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Se me acumulan los datos en la cabeza, y algunos de ellos chocan con el anterior, o con el siguiente, o con la realidad o yo qué sé. Uno de cada cuatro jóvenes votan a la ultraderecha. Aunque lo que más hacen es no votar o hacerlo en blanco. Los jóvenes, y sobre todo ellas, son muy lectoras. Los jóvenes, en su mayoría, representan el porcentaje mayor de participantes activos en las ONGs. Los jóvenes actuales representan a la generación mejor preparada de la historia de España. De la historia de España, que se dice pronto. Los jóvenes, que hasta hace nada eran ninis, porque no hacían nada de nada. Ahora destacan en todos los ámbitos, en todos los datos, son los reyes de los datos. Por un motivo u otro. Hablamos todo el tiempo de datos. Es el gran material de este tiempo, el uranio enriquecido, el oro, el purito diamante.
Las empresas pagan por nuestros datos, por saber lo que queremos, lo que necesitamos, en lo que estamos dispuestos a gastarnos el dinero. Hablas con tu esposa de que hay que cambiar el colchón y te llegan 354 anuncios de colchones, de todos los tamaños y colores. Colchones en oferta, colchones para toda la vida, colchones de materiales como sacados de un laboratorio. Con y sin muelles. Hay quien dice que nos escuchan a través de los móviles, que utilizan sus micrófonos. También lo hacen a través de Alexa y de Siri, esas asistentes con nombres femeninos. No solo iban a ser las tormentas y las tempestades.
Los datos son la sangre de la Inteligencia Artificial, esa denominación que esconde una gran contradicción en sí misma. Mecánica Artificial e Inteligencia Natural, esa es mi propuesta. Muchos le tienen miedo a la IA, porque en realidad le tienen miedo a lo que ha de venir. Miedo a lo desconocido. Dicen que ahí nace el voto a la ultraderecha. La política ha de ser certidumbre y, si no la ofrece, o si no la explica detenidamente, se opta por el pasado. Por volver atrás. Pero el pasado es muy amplio, y no siempre estuvo reinado por la ultraderecha.
No debemos temer a lo que vendrá, tampoco a la Inteligencia Artificial. Simplemente debemos prepararnos para esa inevitable convivencia. Que todavía tardará, porque el asunto requiere de pasta gansa, y todavía no sabemos quién la pondrá. Ese café para todos que no será posible, como casi nunca lo ha sido. Quien ponga el café y la cafetera querrá la primera taza, de café negro recién hecho, humeante, intenso de color, sabor y olor. Habrá pocas de esas tazas. Para la mayoría nos tienen preparado el café frío y aguachurri, que para eso no hemos pagado. Aunque siempre paguemos, pero a qué poquitas fiestas nos invitan.
La postverdad, que es la definición repelente de la mentira, es una fiesta que se inventa uno para seguir bailando y brindando, e impedir que otros acceden al local. La postverdad es una careta, con la que ocultar un rostro feo y demacrado, y hacernos creer en una belleza porcelánica, como la que crea la Inteligencia Artificial. De vez en cuando la utilizo, le indico qué debe aparecer y cómo, y me hace caso a medias, o muy poco. Dicen que se alimenta de datos, pero a la Inteligencia Artificial esa de la que se habla tanto, le pregunté por mí, hay que ser narcisista (dicho sea de paso), y me dijo que mi novela más conocida era El viento murciano. También me dijo que había nacido en Granada. A cualquier cosa le llaman inteligencia. No acertó ni una, y se supone que es el futuro. Terror.
La Inteligencia Artificial, en las manos menos adecuadas, que suelen coincidir con las peores manos, se puede convertir en la plataforma idónea de la postverdad, por no llamarla directamente la mentira. Yo sé que no he escrito una novela titulada El viento murciano, pero habrá quien piense que es cierto. Y esa simpleza, todas las novelas lo son, se puede extender al oficio, patrimonio, acciones, delitos, comentarios, negocios o relaciones de cualquier persona. De cualquiera. Y estaremos asumiendo una verdad que no es tal, y que seguramente haya sido así creada y difundida por un motivo muy concreto. Motivo con un fin. Desconocido o incomprensible para nosotros, pero con un fin. Ese tiempo que ha de venir, que llegará, lo que requiere es conocimiento, transparencia y, sobre todo, gobierno. Que alguien dicte las reglas, que sean buenas para todos, no excluyentes, y que luego las haga cumplir.
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