Pablo Gutiérrez- Alviz

Última llamada

La tribuna

Última llamada
Última llamada / Rosell

31 de agosto 2022 - 01:51

Agosto, mes caluroso y bullanguero por excelencia, es muy propio para viajar, y si se hace en avión hay que estar muy pendiente del anuncio de la última llamada (last call). Durante este mes también se sufre con el simbólico último viaje de algún amigo o familiar, quien fallece, paradójicamente, en un ambiente frío y sin apenas compañía.

No es raro que alguien te aborde en la playa y suelte de sopetón:

-¿Te han dicho que se ha muerto Primitivo? Por lo visto, se puso malo con un dolor en el costado, y en menos de una semana se nos ha ido. Ayer fue el entierro.

-¡Vaya por Dios! ¿Sabes el número del móvil de Socorro, su mujer? Me gustaría darle el pésame, aunque sea por teléfono.

-La verdad es que no tengo ni idea.

Y tiene mérito hacer llegar nuestra condolencia a la viuda. En realidad, el único contacto con el difunto es el teléfono móvil del propio finado. No se conoce el fijo de su casa y al intentar obtener el número del celular de la viuda, por ejemplo, en la oficina donde trabajaba el fallecido, nadie lo facilita: la ley de protección de datos lo impide. Los únicos que lo saben y utilizan son los call center o centros de atención telefónica de empresas suministradoras al uso, que se saltan a la torera la legalidad molestándonos a horas intempestivas. En ocasiones, cuando han transcurrido varias semanas, algún conocido te pasa el contacto (número del móvil) de la viuda, y con tanto retraso, la llamada podría sonar como inoportuna. También cabría ponerle un wasap, que no deja de ser el cómodo y barato telegrama de las nuevas tecnologías. El archisabido texto sería: "Querida Soco: enterado tardíamente del fallecimiento de Primi, recibe mi más sentido pésame. Un fuerte abrazo". Y Socorro, algo repuesta, lo agradecería con resignación.

No debemos olvidar muchas muertes que han acaecido en este mes y que han pasado casi desapercibidas. La guerra de Ucrania y el coronavirus siguen implacables, y todas sus víctimas merecen un recuerdo cálido y solidario. Los periódicos en agosto, con muchas secciones en manos de becarios aficionados sólo a los accidentes truculentos, no suelen hacerse eco de las defunciones naturales de personajes locales. Por otra parte, los fieles lectores, algo despistados, no leemos ni las esquelas mortuorias. O puede que la misma familia del finado ni la publique: no quiere interrumpir las vacaciones de los amigos con un molesto entierro en pleno mes de agosto.

Una fuente de información necrológica adicional es el obituario. El más habitual suele ser la reseña emocionada de un familiar con la clásica y ridícula conclusión de que el difunto era muy amigo de sus amigos. Como excepciones, se encuentran algunas piezas literarias que han llegado a alcanzar el prestigioso premio Romero Murube de artículos periodísticos. Juan Tallón en su interesante novela titulada Obra maestra, cuenta que The New York Times tiene un archivo de unos 1.200 obituarios ya escritos para tirar de él en caso de la repentina muerte de alguna personalidad. De esta manera, ante la fatal noticia, se busca en la carpeta correspondiente y, si acaso, se actualiza. Al parecer, más de un artista de talla mundial se ha interesado, con vanidosa curiosidad, por si estaba incluido en ese archivo del citado periódico.

La visión en el móvil del nombre y apellidos del amigo fallecido (y hasta de su imagen) causa especial tristeza en agosto. Las empresas telefónicas, sabedoras de la baja por defunción, deberían estar obligadas a no dar su número a otro cliente durante muchos años. La normativa tendría que contemplar este supuesto de luto telefónico. Lo mismo está regulado, pero estoy de vacaciones y no me apetece ponerme a comprobarlo. En todo caso, recelo de su cumplimiento. Recuerdo que a finales de los 90 tuve que cambiar de número al mudarme de compañía telefónica, y mis amigos me dijeron que la persona a la que le otorgaron ese número se enfadaba sobremanera cuando cogía una llamada y le preguntaban por mí. De hecho, ingenuamente, un día la llamé para disculparme y me despachó con cajas destempladas. Los muertos (de cualquier mes del año), tienen que conservar su número de móvil durante un buen tiempo. Y como señal de luto, los familiares y amigos no deberíamos eliminar su contacto. Eso sí, hay que proceder a su bloqueo. Con esta opción ya no se pueden recibir llamadas del contacto bloqueado. Por tanto, si hubiera un nuevo titular con el mismo número del móvil de nuestro amigo fallecido no podría telefonearnos ni por casualidad.

En su día, Primitivo nos hizo su última llamada (last call). Y en agosto, el pobre recibió su fatídico final call.

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