Javier González-Cotta

Supergarcía en la hora cero

La tribuna

Del diario ‘Pueblo’ a Onda Cero, el documental repasa toda una vida profesional y privada que explica, en el fondo, un buen trozo político y social de la memoria española

Supergarcía en la hora cero
Supergarcía en la hora cero / Rosell

17 de junio 2023 - 00:15

A eso de un “minuto sobre la medianoche (una hora menos en la comunidad canaria)”, la canción de Simple Minds Love Song anunciaba, con su trallazo inicial, el comienzo de Supergarcía en la hora cero. Durante décadas asocié la descarga de aquella sintonía no ya al programa deportivo de José María García, sino a una forma de concebir la vida y su noctívaga rutina a través de una compañera de cama infalible: la radio.

Miles de españoles compartíamos idéntica experiencia. Visto hoy todo al trasluz del tiempo, la verdad es que el deporte y sus chascarrillos y folletines y polémicas eran casi lo de menos. Lo esencial, para entendernos, era saber que uno estaba allí indefectiblemente, tumbado en la cama, otra noche más, dispuesto a decir “presente” como si imaginariamente nos convocara la mili. Tras el “Buenas noches, saludos cordiales”, arrancaba el programa de García, quien anunciaba, como casi siempre, alguna exclusiva deportiva de calado.

A menudo, la noticia bomba que anunciaba se refería a la corrupción que se había destapado en la Federación Murciana de Tenis de Mesa. Otras veces se revelaban los tejemanejes que algún directivo de la Federación Española de Remo había urdido para favorecer la presencia de un sobrino entre los seleccionados para una Olimpiada. Desde luego el fútbol ocupó su lugar mayor durante años. No entendemos a los presidentes y directivos de nuestras vidas sin las broncas que mantuvieron con García dentro y fuera de las ondas (Pablo Porta, José Luis Roca, Mendoza, José Luis Núñez, Gil y Gil, Lopera o el propio Florentino Pérez Rodríguez). Aun así, siendo honestos, ahora sabemos que nos gustaban mucho más los programas dedicados a destapar sinecuras y corrupciones peregrinas que los dedicados a entrevistar a las sosísimas estrellas de la Liga, como Ronaldo Nazário de Lima o Raúl.

Todo esto viene a cuento porque Movistar Plus ha emitido el documental Supergarcía. En 2002 el periodista dijo adiós a la radio sin avisar en antena. Nunca volvió. Hasta ahora, con motivo del documental, cuando por fin, tras veinte años de retraso, se ha despedido de la audiencia aduciendo las razones por las que antaño decidió no dar explicaciones a sus miles de oyentes. Incluso ahora anuncia que obra en su poder algún que otro documento que podría remover poco menos que la historia reciente de España.

Del diario Pueblo a la SER, Antena 3 Radio, la Cope y el inicio del fin en Onda Cero, el documental repasa toda una vida profesional y privada que explica, en el fondo, un buen trozo político y social de la memoria española, desde la Transición hasta el cambio de siglo, cuando se consuma contra su sacrosanta idea de libertad, según García, la traición maniobrera urdida por Aznar. La pasarela de íntimos y no tanto de García que desfilan por los tres episodios es larga y variada. No falta, por supuesto, la referencia al duelo nocturno y navajero que en las ondas mantuvo con José Ramón de la Morena, artífice de un nuevo estilo, como más íntimo, más cordial y menos ceñudo con el oyente de la noche (a mí, como a otros muchos, nunca me gustó De la Morena ni su estilo a menudo como vacilón, taimado y engañosamente amistoso: en el colegio llamábamos Judas a quien lo escuchaba en detrimento de García).

La vida personal del popular comunicador discurre sin cortes (la victoria ante el cáncer, la desatención a los hijos por falta de tiempo, el antes y el después tras la trágica muerte de su fraternal Antonio Herrero, etc.). Nos divierte conocer lo que ya sospechábamos. Y era que, por conseguir una exclusiva, García no dudaba en caer en prácticas antiéticas o declaradamente mafiosas (el secuestro en un apartamento, a salvo de la competencia, de un invitado de postín o el estrambótico episodio, estando en Pueblo, del engaño y la entrevista a Oriana Fallaci en México tras los sucesos de la Plaza de las Tres Culturas en 1968).

Periodistas deportivos (en activo o ya jubilados), escritores (Pérez-Reverte), políticos (Rajoy), directores de medios (Pedro J. Ramírez), otros reyes de la radio (Iñaki Gabilondo) y un largo etcétera, dan su particular ángulo a Supergarcía, sin que falte cierto aroma intrigante a docuserie de Netflix.

García nunca tuvo ni pajolera idea de ciclismo, pese a que fue el rey informativo de la Vuelta a España. A los gregarios del pelotón, que lograban rozar o alcanzar incluso una victoria de etapa, los llamó memorablemente como los “jornaleros de la gloria”. Ahora, sobre el periodismo deportivo que hoy se ejerce, dice que lo que abundan son “jornaleros del elogio”. Pues sí, García ha vuelto (por unos días al menos).

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