Tribuna

Rafael Recio Barba

Médico Traumatólogo

Humanización en medicina

Humanización en medicina Humanización en medicina

Humanización en medicina

La herramienta que permite la comunicación entre el médico y el paciente es el diálogo. Saber escuchar bien es la esencia del arte de la medicina. ¿En la medicina moderna estamos olvidando la humanización? ¿O es que la relación médico-enfermo nos ha relegado a un campo impersonal y sin sentido? Lo técnicamente moderno, avanzado y científicamente acelerado nos ha remitido a la ciencia de lo absurdo. No podemos discutir que los avances en medicina, en nuevas tecnologías, y en otros campos hacen al individuo más individualista y esquivo. La nueva tecnología no debe deshumanizar la asistencia. "¿Cuál es la innovación más importante de los últimos años?", le preguntaron a Gregorio Marañón. Se quedó un momento pensativo, y respondió: "La silla". "La silla que nos permite sentarnos al lado del paciente, escucharlo y explorarlo". La relación médico-paciente debe ir acompañada de empatía, respeto y confianza mutua, por ello ha de ser una alianza de sentimientos. El conocimiento nos hace libres, libres para tomar decisiones y así contribuir a la autonomía y a la dignidad ante la enfermedad. La enfermedad afecta el equilibrio somático, psíquico y moral, por lo que es fundamental ver al enfermo como un todo y totalmente capacitado para tomar decisiones.

Por lo tanto, debemos alejarnos de aquel paternalismo donde el médico mandaba y el enfermo obedecía. Para Aristóteles, el dolor transforma la capacidad de juicio del ser humano, por lo que lo imposibilita para tomar decisiones. Donde la relación médico-paciente era como la de un padre autoritario, que recordaba las Carta al padre" de Kafka. Con Hipócrates se sentaron las bases de la medicina de contacto médico-paciente y desarrolla la Historia clínica en la cabecera del enfermo. ¿Con estas premisas, a qué debemos aspirar? ¿Qué es lo que más valora el enfermo de su relación médico-paciente? Algunos opinarán que la capacidad científico-técnica, pero la mayoría dirán que la humanización de la medicina, siempre, sin devaluar los avances tecnológicos y científicos que nos llevan a la medicina de la máxima calidad.

Humanizar la salud no es otra cosa que considerar al ser humano en sentido global, en su dimensión física, intelectual, emocional, relacional o social y espiritual. Es decir, se requiere recuperar la visión integral, dejando el camino de la fragmentación y la superespecialización. A los mismos profesionales de la salud hay que prepararlos en el ámbito relacional y ético. La medicina basada en la afectividad se contrapone con los criterios economicistas de los políticos.

El avance tecnológico no marca la deshumanización en sí, sino el olvido de la dimensión humana cuando se aplica dicha tecnología. Debemos optar por mirar al ordenador o mirar a los ojos al paciente que nos está comunicando su pesar. Con este simple hecho estamos inundando de dignidad al paciente y lo estamos tratando como persona. Pero tenemos que saber que la comunicación si es inapropiada y sin tener en cuenta las emociones del paciente pueden ser iatrógena, lo que provocaría efectos adversos en la evolución de su enfermedad.

Baste mencionar, en este sentido, la controvertida Declaración universal sobre bioética y derechos humanos, elaborada por la Unesco en 2005. En el artículo 8 de dicha declaración se afirma el respeto de la vulnerabilidad humana y la integridad personal, que se concreta del siguiente modo: "Al aplicar y fomentar el conocimiento científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, se debería tener en cuenta la vulnerabilidad humana. Los individuos y grupos especialmente vulnerables deberían ser protegidos y se debería respetar la integridad personal de dichos individuos".

Más interesante resulta la propuesta de unos Principios de la bioética europea elaborada a partir del Proyecto Biomed II titulado Basic ethical Principles in european bioethics and biolaw, y llevado a cabo por un conjunto de expertos de diversas disciplinas y países. El trabajo se publica de la mano de J.D. Rendtorff y P. Kemp en el año 2000, y supone una alternativa al clásico enfoque de los principios de la bioética, propuestos por el Informe Belmont y, posteriormente, por T. Beauchamp y J. Childress. Los principios propuestos son: autonomía, integridad, dignidad y vulnerabilidad.

El Código de Núremberg, publicado el 20 de agosto de 1947, tras la celebración de los Juicios de Núremberg, se escribió en respuesta a los abusos que ocurrieron bajo el régimen nazi y, aunque la intención del Código de 1947 era proteger los derechos humanos, los requisitos de consentimiento voluntario rígidos privaron a algunas personas del derecho a participar en ensayos clínicos. Después de 70 años no ha perdido vigencia. Promover la dignidad intrínseca de todo ser humano constituye el fundamento último de toda acción humanizadora. Esta dignidad es la base sobre la que se sustenta toda acción que quiera ver en el otro un semejante y acompañarle a ser él mismo, contribuyendo con su personalidad y su particularidad en la construcción de un mundo más igualitario, más justo, más pacífico, más gozoso y saludable. Recordar a Leonard Cohen "El amor no tiene cura, pero es la única medicina para todos los males".

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