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El 28 de febrero de 1980, 2.472.287 andaluces mayores de 18 años, el 55,42% del censo electoral, votaron a favor de constituirse en Comunidad Autónoma de primer grado, es decir con un poder legislativo propio y el máximo de autonomía permitido por el artículo 149 de la Constitución. Todas las mujeres y hombres que depositaron su voto favorable ese día fueron partícipes de la gran hazaña que supuso un resultado que ponía a Andalucía "en pie de igualdad" -según frase de la época- con Cataluña y el País Vasco. Pero es de justicia recordar a cuatro personas que contribuyeron de forma excepcional a ese resultado. Por orden cronológico fueron:
Alejandro Rojas-Marcos, que en 1973 fundó Alianza Socialista de Andalucía y en 1976 lanzó el concepto "Poder Andaluz". Su PSA-Partido Andaluz (con cinco diputados en las elecciones de 1979) luchó denodadamente por llegar a ese momento histórico.
Plácido Fernández Viagas, elegido en mayo de 1978 presidente de la Junta preautonómica, que supo tejer el Pacto de Antequera del 4 de diciembre de 1979 por el que hasta 11 partidos andaluces -incluidos los tres parlamentarios de aquellas fechas- se comprometieron a conseguir para Andalucía "dentro del plazo más breve posible, la autonomía más eficaz en el marco de la Constitución".
Rafael Escuredo, elegido presidente preautonómico en junio de 1979, que lideró el complicado proceso por el que los ayuntamientos ratificaron la iniciativa autonómica y logró -huelga de hambre por medio- que el Gobierno de Suárez convocara el 28-F. También fue incansable difundiendo el proyecto autonómico durante la campaña para el referéndum.
Manuel Clavero Arévalo, que dimitió de Ministro de Cultura en enero de 1980 en protesta por la posición abstencionista de UCD en el 28-F y se dedicó a pedir el voto afirmativo, rompiendo la imagen de la autonomía como un invento de la izquierda y logrando que muchos votantes de la UCD apoyaran la autonomía.
A lo largo de los más de cuarenta años de existencia de la comunidad autónoma de Andalucía como una comunidad de primer grado, estos tres últimos héroes han recibido reconocimiento público de la Junta, pero ninguno el primero ¿Qué hizo Alejandro Rojas-Marcos para ser preterido de ese modo? Desde luego, tras el 28-F, éxito político, pero fracaso jurídico al no lograrse la mayoría absoluta del censo de Almería, Rojas-Marcos siguió trabajando por la autonomía como el que más: en marzo de 1980 propuso reformar la ley orgánica de referéndum para repetirlo en Almería (propuesta que fue rechaza por el PSOE y la UCD en una votación en la Junta); en junio, propuso la reforma del artículo 151 de la Constitución para que la mayoría absoluta del censo se computase globalmente en el territorio que hubiera participado en el referéndum y no de forma provincial; en septiembre, propuso que el proceso autonómico continuara por el artículo 144 de la Constitución si bien el proyecto de Estatuto sería redactado por una comisión mixta Asamblea de Parlamentarios-Congreso y su texto -que contendría un poder legislativo y el máximo techo competencial- sería refrendado por los andaluces. La iniciativa legislativa que finalmente presentaron los grupos centrista, socialista, comunista y andalucista en octubre para continuar el proceso autonómico por el artículo 151, y que logró el respaldo casi unánime del Congreso y del Senado, estaba basada en esa propuesta de Rojas-Marcos. Por eso, contada así la historia, se comprende que este sienta que sus méritos no se han reconocido como se merecen.
Pero la historia es un poco más complicada: la propuesta septembrina del artículo 144 no la realizó Rojas-Marcos en el seno de la Junta de Andalucía, ni la consultó con su presidente Escuredo; sino que, rompiendo la unidad de actuación de los partidarios de la autonomía, la presentó en el pleno del Congreso. Y no lo hizo en un pleno cualquiera, sino en un pleno en el que el presidente Adolfo Suárez había presentado una cuestión de confianza. Ahí, y tras realizar un teatral interrogatorio al ministro Martín Villa, consiguió que el Gobierno se comprometiera a desbloquear el proceso autonómico andaluz, garantizando el máximo de autonomía, a cambio de los cinco votos andalucistas. Rojas-Marcos siempre ha defendido que solo le movió el patriotismo andaluz, mientras que Escuredo ha considerado que se trató de una traición a la Junta y a Andalucía. Este mismo mes de febrero, 43 años después, hemos visto como estos dos grandes protagonistas siguen manteniendo sus versiones. Pero si cada uno hace un esfuerzo por mirar atrás sin pasión y comprender al otro, tampoco son tan distantes. Bastaría que uno aceptara que se pasó en su ímpetu político pactando directamente con el Gobierno, a espaldas de la Junta, y que el otro reconociera que es exagerado considerar que no hubo nada positivo en ese pacto en el que el Gobierno de UCD abandonó su negativa a la autonomía plena de Andalucía. Un poco de generosidad por ambas partes aumentaría el perfil histórico de estos dos políticos que, con título oficial o sin él, merecen formar parte del "patrimonio de personas insignes de Andalucía".
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