Tribuna

guillermo díaz vargas

Arquitecto

La 'Fobiosofía', anhelo de la 'Revolución'

Oeso dicen algunos ideologemas que cruzan con frecuencia el espacio mediático. No hace mucho lo he visto formulado tal cual, en un artículo periodístico titulado Hay que superar el pensamiento occidental...Tras el éxito de la alianza de civilizaciones, el pensamiento Alicia parece no conocer límites. Poco importa que tan preclaro consejo pida el principio ¿Es todavía pensamiento occidental o es ya fruto de su superación? Suena a paradoja de Epiménides el cretense: aquél que decía "todos los cretenses son mentirosos".

"La pandemia ha impuesto la necesidad imperiosa de producir reflexión y cambio", afirmaba también el artículo de marras. Como si la historia no mostrase un continuo fluir y cambio de las ideas y estuviese esperando a esta pandemia para tocar a rebato.

La articulista nos exhorta a aprender de "los pensadores de los mundos que han vivido varios apocalipsis y han sobrevivido, porque esos pueblos saben lo que todos, amenazados por el virus y la crisis climática quieren saber, cómo crear una sociedad capaz de vivir sin destruirse a sí misma y a los otros, cómo vivir después del fin del mundo".

La demanda de tal cambio no se acredita, ni puede acreditarse. Se afirma contra la manifiesta diversidad de opiniones. En cambio, lo que no parece dudoso es que la ausencia de pensamiento es campo abonado para la floración de patrañas como ésta, la más burda y explícita propuesta de suplantación de la filosofía por el "punto de vista etnológico" que ya trituraba Gustavo Bueno en 1971 (Etnología y Utopía). Su antropologismo de tres al cuarto ignora, o pasa por alto, que la única tradición de pensamiento crítico con el etnocentrismo, es la aquí llamada pensamiento occidental, y que los pensamientos salvajes que fascinan a la articulista cultivan, sin asomo de autocrítica, sus propias lacras: racismo y xenofobia, lapidación, ablación de clítoris, esclavismo, canibalismo, genocidio étnico, superstición...., y no responden a ese estado idílico de relación con la naturaleza, sino de precariedad y angustia frente a las fuerzas del medio. Tampoco es cierto que las sociedades primitivas vivieran sin destruirse a sí mismas ni a las otras. Desde que las sociedades humanas aparecieron en el planeta la guerra es una institución que forma parte de la naturaleza, nunca hubo un bon sauvage. La patita verde por debajo de la puerta no logra disimular el trampantojo eco-ilógico de su exhorto del retorno a modos de supervivencia primitivos.

Sobra, pues, la invitación a aprender de supuestos pensadores ancestrales, porque pertenecemos a la única cultura que ha engendrado una legión de pensadores dedicados a esa tarea, y porque en cuestión de supervivencia apocalíptica "somos" los primeros de la lista. Y tampoco esta pandemia es "el fin del mundo", ni siquiera es más letal que las grandes epidemias de peste o de viruela del pasado.

En segundo lugar, no "todos quieren saber"...., ni todos estamos igualmente amenazados por el virus, ni menos, por la crisis climática. Aquí ya se ha colado el cambio climático de rondón, aprovechando que el virus pasa por Valladolid. Pero ni somos todos, ni los mismos. El probable resultado de una eventual crisis climática será una bulliciosa población humana redistribuida por las futuras verdes áreas árticas y antárticas de Europa. Asia, Groenlandia, América, Australia y la Antártida, explotando los nuevos recursos circumpolares y dejando los desiertos de otras latitudes a los tuaregs del futuro.

Tras el beatífico y edulcorado cuadro de la regresión al primitivismo late la solapada pero real invitación a acatar la reducción de salarios y servicios, los recortes de pensiones y gasto sanitario, y a aceptar que debemos vivir menos y sufrir más, como nuestros ancestros salvajes o los actuales indígenas, a fin de mantener la acumulación de beneficios en la cúspide de la cadena especulaticia. Y muy alegremente, a petición propia, y en aras de la salvación del planeta, y de nuestra propia supervivencia, posiblemente bajo estricta protección antropológica e ingreso mínimo vital. Bajo este ideal retroprogre no hay más que solapados recortes de salarios, servicios sanitarios, educativos y pensiones, y reducción de la población mundial como resultado de la consecuente subida de las tasas de mortalidad. Esta pandemia y otras que vengan podrían ser parte de la "nueva normalidad" anunciada.

Para entenderlo y combatirlo, es inútil escuchar a los inexistentes pensadores indígenas, ni los cuentos y mitos de los chamanes siberianos o de los brujos andinos. Nuestros pensadores occidentales, desde Tales de Mileto, resultan mucho más instructivos. Contra su legado resuenan en este canto de sirena los ecos del pasado reciente: no debemos los ciudadanos pensar por encima de nuestras posibilidades....

Atémonos al palo de la nave.

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