Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Doctor en Alaska, revisitado

Desde una perspectiva cultural, somos especialmente generosos con los años 80 y tenemos arrinconados los 90, que fueron mejores

Doctor en Alaska, revisitado Doctor en Alaska, revisitado

Doctor en Alaska, revisitado

Desde una perspectiva cultural, somos especialmente generosos, complacientes, qué sé yo, con los años 80, y casi tenemos arrinconados a los 90, que sin duda fueron mejores, a pesar de no contar con la fama y, sobre todo, con la leyenda, de los primeros. Se habla mucho de la música de los 80, que sigue siendo más apacible, por respeto a nuestros recuerdos, valorada más por su capacidad de transgresión, de remover, que por su calidad en sí misma. Los grandes discos, esas obras colosales que siguen sonando como recién grabadas, de Beck, Tom Waits, Sonic Youth, Nirvana, Radiohead, The Cure, REM, Pulp, Guns and Roses, Portishead, Blur, Oasis, Belle and Sebatian o Depeche Mode son de los 90, sí de los 90, y repase la lista y se sorprenderá. Y lo mismo sucede con el cine, a pesar de la fastuosa fama de los 80. Uno de los nuestros, Solo en casa, Pretty woman, Le llaman Bodhi, Thema y Louise, Sin perdón, La lista de Schindler, Pulp fiction y Reservoir dogs, Antes de amanecer, Parque Jurásico, Toy Story, Seven o El silencio de los corderos. No creo que sea necesario que siga enumerando títulos para mostrar la evidencia. Y con las series de televisión sucede algo similar, y solo voy a poner un ejemplo, porque creo que es lo suficientemente representativo: Doctor en Alaska. Vuelve a estar de actualidad porque la han repuesto, en una versión remasterizada (como llaman ahora), en varias plataformas, la imprescindible Filmin entre ellas, y somos muchos los que nos hemos vuelto a encontrar y enganchar con esta serie. Una serie que tuvo una emisión extraña en su momento, siempre en la Segunda cadena (ahora La2), como si se tratara de una obra de culto, puede que lo sea, y en unos horarios extrañísimos, lo que dificultaba su grabación en uno de aquellos vídeos que hoy no superarían las dimensiones permitidas a una maleta en un vuelo de Ryanair. Hubo alguna reposición, aunque no alcanzo a recordar si fue completa, o solo un intento que finalmente no cuajó.

Recuerdo estar en la cocina y escuchar, procedente del comedor, la característica melodía de cabecera y correr hasta estar enfrente de la pantalla de la televisión. Todos los personajes, tan bien trazados, tan elaborados a pesar de su aparente simplicidad, me fascinaban, aunque debo de reconocer que Chris Stevens, el locutor de radio, era mi favorito. Sí, porque Cicely, ese Macondo televisivo, a pesar de contar con 310 habitantes, tenía su propia emisora de radio, K-OSO, y despertaba cada mañana con la peculiar frase del locutor: ¡Buenos días, Cicely, aquí Chris por la mañana! No es que la selección musical fuera antológica (ahora la puede disfrutar en las plataformas digitales al completo), es que el personaje lo tenía todo, porque además de locutor era el "párroco" de la localidad, y contaba con un oscuro pasado. O Ed, ese medio indio que siempre me pareció un cándido Tarantino juvenil, por su fijación por el cine; por supuesto, Maggie, esa piloto que cargaba con las muertes de sus novios, y, por supuesto, el doctor Joel Fleischman, un judío neoyorquino que apareció en la fría Alaska de la manera más rocambolesca, y que a pesar de su aparente mal humor es un tipo entrañable.

Como una suerte de realismo mágico, a pesar de utilizar clichés más que habituales en otras producciones, la relación entre Joel y Maggie es el mejor ejemplo, en Doctor en Alaska todo es diferente, a pesar de ser todo tan normal, casi familiar. Curiosamente, yo tenía una visión más ingenua, más blanca, de la serie, y no, ya que se abordan todos los asuntos, y sin discursos moralistas, ya sean la homosexualidad, la muerte (con profusión), el sexo o la maternidad. Debo de reconocer que he temido reencontrarme con Doctor en Alaska, vaya que una vez más no superara esa combinación que puede llegar a ser terrible, y me refiero a la de años más furor juvenil, pero afortunadamente no ha sido así. Más de 30 años después, mantiene su vigencia (a pesar de las hombreras de las chaquetas del doctor) y, sobre todo, ese fresco surrealismo, ese caos organizado, que la convirtió en una serie diferente, especialmente sin la comparábamos con el resto, permanece intacto, irrepetible. Sí, porque no siempre el tiempo todo lo puede.

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