Tribuna

Emilio A. Díaz Berenguer

CEO de Ykratos

Democracia positiva: socializar la política

La actual configuración de las organizaciones políticas como partidos de masas ya tenía los días contados, pero la crisis del Covid-19 va a acortar el proceso

Democracia positiva: socializar la política Democracia positiva: socializar la política

Democracia positiva: socializar la política / rosell

El sentido de socializar que empleo aquí es el que define la RAE como "Extender al conjunto de la sociedad algo limitado antes a unos pocos". La política ha sido hasta ahora un monopolio de lospolíticos y, sobre todo, de los partidos políticos. Esto está tocando a su fin en las sociedades democráticas maduras. La sociedad civil también va a formar parte activa de la política, gracias a las posibilidades que ahora le ofrece las nuevas tecnologías de la comunicación y la información.

La actual configuración de las organizaciones políticas en la democracias occidentales como partidos de masas, tal como surgieron en el siglo XX, ya tenía los días contados hace tiempo, pero la crisis consecuente de la emergencia sanitaria del Covid-19 va a acortar el proceso.

Más pronto que tarde, no habrá espacio para los partidos tradicionales como colectivos de ciudadanos, en un mundo ampliamente interconectado en el que las masas llevan tiempodesapareciendo del cómputo de sus militantes, dejando su espacio a hooligans y talibanes que consagran sus vidas personales y profesionales al partido. En la práctica, "la masa" está hoy fuera de los partidos y la integran los hobbits, que representan a la mayoría del electorado, pero que no suelen decantar los resultados en las urnas.

Poco a poco, los ciudadanos se irán integrando en nuevas estructuras propias de la sociedad civil, mientras que los partidos se convertirán en asociaciones de políticos con ofertas diferenciadas por intereses y algunos de los temas de gran actualidad, tales como la gestión de las identidades, volverá a situarse donde debía, en la sociedad civil. Todo será mucho más transparente: los políticos serán los responsables de gestionar la organización de la sociedad, pero no de configurarla, labor que estaría en manos de la sociedad civil, y se deberá reconstruir un nuevo sistema democrático basado en lo positivo de la eficacia y la eficiencia de su oferta como modelo de gestión de la cosa pública, y no en la negatividad de un enfrentamiento insustancial que acaba perjudicando los intereses de la mayoría de los ciudadanos.

Los lazos que existían en los años sesenta, en el caso de España en los ochenta, entre los ciudadanos y los partidos tradicionales, parece imposible que se vayan a recuperar ni hoy, ni en el futuro. Los colectivos creados alrededor de ideas nacionalpopulistas han sabido verlo antes que los propios partidos tradicionales. No estamos en un proceso de reindustrialización, sino de reconfiguración global de la economía, por lo que el antiguo concepto de masa hoy no se corresponde a nuestra realidad. El desalineamiento de los ciudadanos aparece reflejado desde hace tiempo en todas las encuestas de opinión llevadas a cabo en España, entre otras cosas por la imagen dada por una clase política incapaz de alcanzar consensos, ni siquiera ahora cuando estamos atravesando uno de los momentos más delicados por los que ha pasado la sociedad española en el último siglo. En los viejos partidos, la inteligencia ha saltado por la ventana, conforme la vulgaridad entraba por la puerta de sus superestructuras

Los nuevos partidos no serán de masas, ni de clases, tampoco de élites, sino de cuadros bien formados y con experiencias profesionales previas, la acción política primará sobre el estilo y será bidireccional, up and bottom, con ofertas positivas materializadas en acuerdos programáticos contractuales.

El más que mejorable proceso de gestión de la crisis del Covid-19, tanto por parte del gobierno, como de la oposición, podría acelerar la llegada de este cambio. Las nuevas tecnologías ya estaban reconfigurando la sociedad y ahora urge adoptar otros códigos de gobernanza para apalancar un sistema democrático positivo en el marco de la realidad de un mundo globalizado cuyos límites los diseñará su propia sostenibilidad.

Los partidos actuales tendrían que reconfigurarse y adaptar su modelo a los tiempos, así como crear puentes de encuentro entre las ideologías más sólidas culturalmente, la socialdemocracia y el liberalismo, y esforzarse en la búsqueda de nuevos escenarios, ya que en ello les va su ser, o no ser.

El tiempo de reacción será clave para intentar neutralizar el peligro de que el movimiento paleoconservador se imponga electoralmente, gracias a su estrategia de incontinencia institucional mediante la que buscan controlar la emotividad y los sentimientos de los electores. El nacionalpopulismo representa la plasmación de la democracia negativa vehiculada a través de la posverdad. La pelota está en el tejado de las dos únicas ideologías tradicionales cargadas de una mochila intelectual histórica, la cual han ido dilapidando a lo largo de las últimas décadas. La historia se lo demandará si no están a la altura de las circunstancias.

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