Salvador Gutiérrez Solís

Banderas de realidad

La tribuna

A estas alturas, resulta ilógico e irracional este silencio, que no se corresponde con el tiempo que vivimos, donde la diversidad sexual es un hecho admitido

Banderas de realidad
Banderas de realidad

27 de junio 2021 - 01:49

Nos pasamos la vida diciéndoles a los demás lo que deben de hacer, reprochándoles su modo de actuar, lo que dicen, lo que no dicen. Convertimos las redes sociales en nuestro púlpito, y nos creemos con la capacidad, con el don, y hasta con el poder, de tratar de imponer nuestra verdad. Debes pensar como pienso, debes amar como yo amo, debes cantar como yo canto y comportarte como yo te diga. La soberbia, sí, la soberbia, que unida a la ignorancia es una de las más nefastas combinaciones que nos podemos encontrar. Y abundan. Sí. La policía de la moral, los impostores de las emociones, los plagiadores de ellos mismos -que es la unión de la indecencia y de la soberbia-, los patanes, los comeollas, los tontos sin remedio, los voceros de la nada. Nos encanta dar lecciones, aunque no tengamos ni un sólo título, ya nos encargamos de autoproclamarnos lo que sea, da igual. Esta semana nos hemos permitido darle lecciones a casi todo el mundo, de todo un poco, de política, de deporte, de justicia, de abogacía, de todo, sin tener en cuenta nuestra propia realidad y lo que hacemos, lo que somos. Y es que hay quien predica sin haber plantado un grano de trigo en su vida, y claro, menuda cosecha y menudo lío mental, que así dicen las tonterías que dicen. De todas las tontadas que se han dicho, también brabuconadas, me llaman la atención las relativas a la prohibición de la UEFA a que el estadio alemán, en la que juega un grupo de la Eurocopa, exhibiese los colores de la bandera arco iris, al entenderlo como un acto de política y no deportivo.

Lo de la UEFA es de traca, indiscutiblemente, pero es que el fútbol y todo lo que le rodea, con respecto a la homosexualidad, lo es. Hagamos memoria y tratemos de enumerar los futbolistas profesionales que han declarado abiertamente su homosexualidad, en la Liga española o en cualquiera de las que se disputan en Europa, en los últimos años. Ah, que no cae en ninguno. ¿Recordamos dónde se va a jugar el próximo Mundial? Catar, sí, en ese país donde ser homosexual, por ejemplo, es un delito, y por tanto está penado, con diferentes condenas. Si el estamento mundial del fútbol profesional apuesta por un país así, luego no pretendamos que la UEFA actúe de otro modo. Y que hay futbolistas homosexuales, indiscutiblemente, porque las estadísticas se cumplen, seas o no futbolista. A estas alturas, resulta ilógico e irracional este silencio, que no se corresponde con el tiempo que vivimos, en donde la diversidad sexual es un hecho admitido (y a veces naturalizado, que no es lo mismo) en la mayoría de los ámbitos. Tengo claro, clarísimo, que el primer jugador de élite que proclamara abiertamente su homosexualidad se convertiría de inmediato en un icono, y no sólo social. Le auguro grandes dividendos como imagen de lo que fuera, y tengo claro que no me equivocaría, pero el pánico, el acabar con una "tradición de silencio", puede hasta con la siempre convincente tabla de Excel, que todo lo puede.

Y estoy de acuerdo con la UEFA en algo: por supuesto que la bandera arco iris es política, porque todo, absolutamente todo, de una canción al asfaltado de una avenida, de la poda de los árboles a la colocación de los cuadros en una exposición, es política. Porque nos significamos, situamos o definimos según lo que decimos y, sobre todo, lo que hacemos. Actuar, que es un verbo más allá de hablar. Y eso es lo que ha hecho el jugador de fútbol americano Carl Nassib estos días. Nos quejamos con frecuencia de los Estados Unidos, a los que no dudamos en calificar como rancios y retrógrados, pero en esto nos han adelantado y a considerable velocidad. Jugador profesional de un deporte de masas y muy masculinizado, Nassib no sólo ha sido valiente, también ha estado muy arropado por su equipo, por la Liga profesional, y por las fuerzas vivas de la sociedad norteamericana. El día que algo similar suceda en la Liga española, italiana o inglesa nos sorprenderemos de veras porque no se ilumine un estadio con la bandera arco iris.

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