Tribuna

Alfonso lazo

Historiador

Artículo 56

Asistimos a la vulneración descarada de las leyes del Estado por parte de instituciones que al haber caído en manos del separatismo se han vuelto felonas

Artículo 56 Artículo 56

Artículo 56 / rosell

El artículo 56 de la Constitución española empieza así: "El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones". Un árbitro es también un pacificador.

Nada tan sano como el debate político en democracia, pero cuando el debate va más allá y se convierte en rabia, la sociedad se hiperpolitiza y los partidos secuestran al Estado y ya no trabajan con sus distintos proyectos para el bien común sino en su propio beneficio; cuando la emotividad sustituye a la razón en la calle, se pone en peligro la misma unidad del país que la Constitución garantiza y al bloqueo de la política interior se une la espada de Damocles de una amenaza exterior permanente y chantajista ha llegado la hora del arbitraje y la pacificación. No creo exagerar. Cada día asistimos a la vulneración descarada de las leyes del Estado por parte de instituciones que al haber caído en manos del separatismo se han vuelto felonas. Un golpe de Estado permanente al que no se da respuesta alguna. Bastaría con esto para justificar medidas no habituales. Pero es que hay mucho más. Episodios que son síntomas de un desarreglo profundo: desde el sistemático degradar el idioma español incluso en papeles oficiales ("padres, madres, edres") hasta la crispación permanente entre el Consejo de ministros ("y ministras") y el Poder Judicial. Los periódicos del Grupo Joly hablan en sus editoriales (27 de mayo) del "ambiente irrespirable que preside el ejercicio de la política en este momento". Damos así, ante las naciones del mundo, la imagen de un país débil y enfermo, lo que permite de paso a Marruecos amenazarnos con inundaciones africanas. Sí, parece llegada la hora de pacificar y fortalecer la vida pública de nuestro país. ¿Mas qué significa el arbitraje de un monarca constitucional?

En Italia se sabe mucho de esto. La aún no lejana decisión del presidente de la República proponiendo a Draghi como jefe del Ejecutivo por encima de los partidos para salvar un impasse delicado, amén de no ser la primera vez que ocurre en la procelosas política italiana, es un claro ejemplo de arbitraje. Nuestra progresía española, dicha republicana, con la ignorancia de la Historia que la caracteriza no distingue nunca (porque no sabe hacerlo y desconoce los conceptos históricos) en su parloteo canónico entre República presidencialista (Estados Unidos o Francia) y República parlamentaria (Italia o Alemania); ignorancia supina que llega en cambio a confundir monarquía con despotismo, incapaz de entender que los poderes del monarca español (símbolo y árbitro) son idénticos a los del Presidente de la República italiana (símbolo y árbitro).

Con una diferencia nada desdeñable. El grito ignaro de los republicanitos de España -"Fuera monarquía porque a un rey no lo elige nadie"- se vuelve contra ellos mismos pues el "no-ser-elegido" es en el caso de un Jefe de Estado parlamentario garantía de justicia y pacificación en el arbitraje. El presidente de Italia ha sido nombrado por el Parlamento, es decir, por los partidos, es decir, por un partido y por un tiempo determinado. Por muy independiente que se crea esa alta figura los seres humanos son como son; si yo procedo de un partido, esto es, de una ideología y una disciplina precisas, y he sido nombrado por ese partido con todas sus ambiciones más o menos legítimas y dentro de unos pocos años abandonaré el cargo y me convertiré en ciudadano común, es casi imposible mantener la neutralidad absoluta y virtuosa que requiere el arbitraje. A Felipe VI no lo ha elegido nadie, no depende de ambiciones partidarias, ha jurado la Constitución, no tiene el tiempo tasado y está en condiciones por ello -después de un silencio reflexivo, de buscar los consejos necesarios y de hablar con los partidos- de poder arbitrar con toda justicia y sin presiones. ¿Ha llegado entonces la hora de rescatar el artículo 56?

La hora de la propuesta de lo que siempre ha sido, desde la Revolución Francesa cuando la nación amenaza ruina, un Gobierno de Salvación Pública formado por Partido Popular y PSOE con el apoyo de las otras formaciones constitucionales, donde es obvio que no caben ni los separatismos ni Unidas, Unidos, Unides Podemos. Pero también es obvio que tal propuesta hoy en España sólo puede venir del árbitro.

El viernes día 21 del pasado mes de mayo, Carmen Calvo anunció que "el Gobierno no implicará al Rey en los problemas políticos". No la entendí.

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