El valor de la estabilidad

Hoy se celebra en el Parlamento de Andalucía un debate de política general que, salvo que los partidos se empeñen en contaminarlo con la precampaña, servirá para pasar revista a la situación de la región un año después de que el PP consiguiera su primera mayoría absoluta. Mientras tanto, la política nacional continúa sumida en un caos en el que es imposible separar las palabras del ruido. Este contraste entre la situación andaluza y la del conjunto del país es ya un dato significativo de las ventajas que otorga la estabilidad. Y si de algo puede presumir Andalucía en estos momentos es de una situación estable que permite hablar de los principales problemas de la región, que no son pocos, desde una perspectiva en la que el Gobierno y la oposición, sin olvidar sus respectivos papeles que deben de cumplir, pueden eludir los sectarismos. Ocurre todo lo contrario en la esfera nacional. A menos de un mes para acudir a las urnas es imposible fijar las reglas de un debate ordenado en el que los principales agentes puedan exponer sus proyectos. El PP de Alberto Núñez Feijóo se ha metido en un bucle absurdo a cuenta de sus pactos con Vox que está desgastando el liderazgo de su presidente nacional. El PSOE de Pedro Sánchez parece empeñado en una campaña para hacerse perdonar sus pecados de la legislatura, llámense estos Irene Montero o Bildu. Sumar y Yolanda Díaz son cada día más una mezcla de retales en la que es imposible encontrar un mínimo de coherencia. Y Vox y Santiago Abascal dan síntomas de una embriaguez de poder sin otro fin que debilitar al PP y, en pasiva, fortalecer al PSOE. Así las cosas, es muy difícil que los ciudadanos reciban información útil que les permita orientar su voto. Cada vez más, la estabilidad de Andalucía y su capacidad de orientar un proyecto político es un valor que cotiza al alza en España.