La tragedia de la población civil

Los hombres, las mujeres y los niños que están siendo agredidos y ocupados son europeos que defienden los mismos valores de libertad que nosotros

La invasión de Ucrania está provocando una tragedia civil de una dimensión no vista en Europa durante muchas décadas y que nos retrotrae a las páginas más oscuras de nuestra Historia. Putin, tras fracasar en lo que había diseñado como una ofensiva relámpago para cambiar al Gobierno de Kiev, no ha dudado en dirigir sus bombas y su artillería contra una población civil indefensa que hace apenas dos semanas no podía imaginar que una situación así pudiera producirse. Como europeos, el ataque a los ciudadanos de Ucrania nos apela directamente. Esta vez no se trata de una tragedia humanitaria en un contexto político y social lejano que nos mueve a un sentimiento de solidaridad con el sufrimiento de cualquier ser humano. Esta vez, los hombres, las mujeres y los niños que vemos sepultados por los escombros de un bombardeo o con el terror reflejado en el rostro mientras intentan alcanzar una frontera son europeos como nosotros, que han sido agredidos y ocupados por defender los mismos valores de libertad y tolerancia que defendemos nosotros. La marcha de la guerra anticipa, desgraciadamente, una campaña larga con muy pocas posibilidades de un acuerdo diplomático a corto plazo. Todo lo contrario: Putin parece decidido, en una espiral de locura que sobrecoge al mundo, a extender el conflicto dentro de su afán imperialista y hegemonista. Casi dos millones de personas han abandonado Ucrania en la primera semana y media de guerra, y la cifra se puede incrementar mucho en los próximos días porque el régimen de Moscú ha decidido que la población civil es su objetivo prioritario. Es, por tanto, una necesidad imperiosa de Occidente pararle los pies lo antes posible. Las fuertes sanciones económicas puestas en marcha por Europa y Estados Unidos están empezando a surtir efecto. Pero está por ver que vayan a ser suficientes para doblegar al autócrata atrincherado en el Kremlin. La tragedia de las víctimas civiles de este conflicto no nos es ajena ni lejana. Y no podemos mirar para otro lado.

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