El Estado sale más débil

Por encima de cualquier otra causa, Sánchez indulta para mantenerse en el poder, aunque la propaganda gubernamental lo revista de retórica

El presidente del Gobierno confirmó ayer que el Consejo de Ministros de hoy aprobará el indulto a los condenados por sedición tras el intento de secesión de Cataluña de 2017 y saldará de esta forma las penas que fueron impuestas por el Tribunal Supremo. A la hora de valorar la medida que va a adoptar Pedro Sánchez hay que destacar que, por encima de cualquier otra consideración, el presidente indulta para asegurar la estabilidad parlamentaria de su Gobierno y, por lo tanto, su propia permanencia en el poder. Para ello, la propaganda gubernamental, como se demostró ayer en el acto del Gran Teatro del Liceo, lo rodea de retórica y de palabras grandilocuentes como diálogo, reconciliación o reencuentro. No se trata de nada de eso y para demostrarlo ahí queda la prepotencia, no exenta de chulería, con la que los directamente afectados acogen la medida, conscientes de que, hoy por hoy, tienen la llave de la permanencia de Sánchez en el sillón de La Moncloa. El indulto no disminuirá la presión soberanista en Cataluña, aunque conscientes del fracaso del pronunciamiento unilateral buscarán otras vías, ni hará que los hasta ahora presos pronuncien una sola palabra de arrepentimiento ni aceptación de culpa. De hecho, se les da un balón de oxígeno que les permite hablar de que estamos a las puertas de la "derrota del Estado". Habrá que esperar a la declaración gubernamental de hoy para ver de qué andamiaje verbal se revisten las razones de utilidad pública con las que se va a vender a la opinión pública española el indulto. Pero de lo que no cabe duda es de que vamos a asistir a un envalentonamiento de separatismo catalán y a un debilitamiento del Gobierno que tras este gesto tendrá necesariamente que hacer otros, como la mesa de diálogo bilateral, la vuelta del fugado Puigdemont o el famoso referéndum pactado que ya asoma amenazadoramente en el horizonte. La decisión que se adopta hoy no es una victoria del Estado de Derecho, como se encargó de subrayar con argumentos sobrados el Tribunal Supremo. Todo lo contrario, hoy hay motivos para pensar que, como sociedad democrática, estamos más débiles.

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