Una justificación bochornosa

La reacción del régimen iraní al intento de asesinato de Salman Rushdie es de lo más lacerante, al culpar al escritor de merecedor de lo que le ocurre

El Gobierno de Irán se ha pronunciado, de modo oficial, sobre el intento de asesinato del escritor Salman Rushdie, con una explicación que resulta tan repugnante como la condena a muerte que emitió hace 33 años quien fuese el líder espiritual de la revolución islámica en este país, el ayatolá Jomeini. El portavoz del ministro de Exteriores de Irán, Naser Kanani, desvinculó a su Gobierno del atentado, pero aseguró que Rushdie es el único merecedor de su "condena y reproche". El escritor, que fue apuñalado el viernes pasado en una población cercana a Nueva York por un joven estadounidense de origen libanés, ha vivido perseguido durante 33 años por el régimen iraní, que no sólo ordenó su asesinato mediante una fetua -un decreto islámico-, sino que además puso precio a su cabeza. Se trató de una condena contra la libertad de expresión que impactó en buena parte de la opinión pública mundial en la década de los ochenta del siglo pasado, pero desde entonces, y a modo de una terrible réplica, los atentados y amenazas contra escritores, artistas e intelectuales en nombre de Alá se han venido recrudeciendo. En enero de 2015, unos militantes de Al Qaeda irrumpían en la redacción del semanario satírico parisino Charlie Hebdo y asesinaban a 12 personas, por la publicación de unas viñetas sobre Mahoma. Lo que a Rushdie le ha costado tres décadas de persecución fue la publicación de la novela Los versos satánicos, cuyo título hace mención a unos párrafos que Mahoma escribió en el Corán y, después, retiró porque los consideró inspirados por Satán. En los meses siguientes a aquella condena, el escritor tuvo que cambiar 56 veces de domicilio en Reino Unido; el traductor al japonés fue asesinado en 1991; el editor italiano, tiroteado, y decenas de librerías han sufrido incendios por vender su obra. La reacción del régimen iraní y de todos sus seguidores fuera y dentro de este país no puede ser más lacerante.

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