Decenas de miles de agricultores y ganaderos de toda España, muchos de ellos andaluces, tomarán mañana las calles de Madrid para lanzar un grito de desesperación y auxilio. La manifestación convocada por las principales organizaciones que representan al sector primario, junto con cazadores, ganaderos de bravo y decenas de colectivos del mundo rural, es importante por muchos motivos, pero no es menor el hecho de que haya surgido del propio sector sin interferencias políticas y sin que ningún partido la pueda aprovechar en sus estrategias. Los agricultores demandan al Gobierno un plan de choque que ponga fin a la sangría que vive el campo por la crisis de precio que sufren sus producciones, el aumento de los costes y los problemas que ha creado la reforma de la PAC, que impide que se desarrolle el potencial productivo de muchas explotaciones. Ese plan de choque debería de pasar, en opinión de los representantes del sector, por la reducción de las cuotas de la seguridad social, la de la fiscalidad de la energía y los carburantes o un desarrollo específico de la reforma laboral que atienda a las necesidades de los trabajadores y de las empresas agrarias. Se trata, en definitiva, de que por parte de quien puede hacerlo, se reconozca el carácter estratégico de la producción de alimentos a precios asequibles para el consumidor. La agricultura se levanta porque lleva años soportando una situación injusta que hace muy difícil la rentabilidad. Las cosas, lejos de solucionarse, se han deteriorado en los últimos tiempos como consecuencia de la sequía que soportamos desde hace ya tres años, agravada ahora por las consecuencias de la crisis energética y de la guerra de Ucrania. Frente a ello, el Gobierno ha reaccionado con medidas, que, aunque hay unanimidad en señalar que van en la buena dirección, son claramente insuficientes y suponen apenas un parche. La desesperación del campo se sustenta en argumentos sólidos y el Gobierno no puede mirar para otro sitio.