Editorial
El polvorín, a punto de saltar por los aires
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El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, acaba de solicitar de forma oficial a Estados Unidos que retire la tierra contaminada de Palomares (Cuevas del Almanzora-Almería). No es la primera vez, y muchos nos tememos que tampoco será la última, que España intenta que los americanos se lleven los 50.000 metros cúbicos de tierra que, 67 años después del accidente nuclear, aún quedan en la barriada cuevana. Colisionaron un avión cisterna (o nodriza) KC-135 y un bombardero estratégico norteamericano B -52 que llevaba cuatro bombas termonucleares 70 veces más potentes que las de Hiroshima y Nagasaki pero, en este caso, no explotaron: una bomba cayó al mar, la otra se frenó gracias a su paracaídas y las dos restantes cayeron en tierra y desprendieron plutonio en forma de aerosol. En los meses posteriores al suceso, los estadounidenses retiraron 1.500 toneladas, pero se dejaron 9 kilos de plutonio diseminados. Primera mentira. Desde entonces y hasta hoy, los intentos por parte de la Administración española de descontaminar la zona han sido infructuosos, así como implicar en ello al Gobierno de Washington. Varias han sido las ocasiones en las que ambos gobiernos han firmado acuerdos, en los que se ponía sobre la mesa el compromiso norteamericano de llevarse la tierra. La más seria tuvo lugar en 2015, en la visita que hizo a España el secretario de Estado John Kerry, en la que se firmó un protocolo de intenciones con el entonces ministro José María García-Margallo. Segunda mentira. La pérdida de las elecciones de Barak Obamay la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump hicieron el resto. Ahora llega un nuevo intento por parte del Ejecutivo español, que evidencia la voluntad de los gobiernos de este país de cerrar uno de los episodios más trágicos de la historia de España y que siempre, siempre, se ha encontrado con las reticencias americanas por el coste (600 millones), el depósito y por la asunción de responsabilidades que supondría.
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