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Lo decía esta semana desde Bruselas la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde: la bajada del IVA de los alimentos no es una herramienta eficaz para luchar contra la inflación porque sus efectos se disipan con rapidez. Pero no hacía falta el diagnóstico de la autoridad financiera europea. Cualquier andaluz de a pie que vaya al supermercado a hacer la compra llegará a la misma conclusión sin necesidad de prolijos estudios. Los alimentos siguen encareciéndose en los lineales y el parche con el que intentó contenerlos Pedro Sánchez ha fracasado. En apenas dos meses, el tiempo transcurrido desde que se adoptó la medida, el efecto positivo que tuvo en algunos productos ha desaparecido y se paga más que a principios de año para llevar a casa alimentos de primera necesidad. Si bien la inflación, en términos generales, da señales de haberse moderado, no se puede decir lo mismo con la cesta de la compra. Los alimentos cada vez se llevan más parte de los ingresos y si a ello se une el incremento de las hipotecas, el deterioro de rentas que sufren muchas familias de clase media es importante. El ministro de Agricultura, Luis Planas, de cuya solvencia nadie puede dudar, ha reiterado en los últimos días que todos los indicadores señalan que la escalada empezará pronto a frenarse, pero lo cierto es que por ahora ir a la compra sigue siendo cada día más caro. La solución no va estar en adoptar las medidas de intervención del mercado que reclama Podemos, en su habitual línea de demagogia e ignorancia. Debe ser el esfuerzo de todos los integrantes de la cadena alimentaria la que vuelva a normalizar la situación. Hay muchas razones para ello, entre la que no es menor la necesidad de que no se hunda el consumo, una tendencia que empieza a verse con claridad en muchos alimentos.
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