La Corona, entre la modernidad y la tradición

La elaboración y aprobación de una ley de la Corona sería aprovechada por algunos para atacar aún más la institución, justo lo que no necesita ahora España

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, estuvo ayer enigmático al afirmar que el Ejecutivo y la Casa Real trabajan juntos para modernizar la Monarquía y adaptarla a la necesidad del siglo XXI. Incluso, Sánchez habló de una posible futura ley de la Corona, aunque fue evasivo y no dio mayores detalles. "Iremos paso a paso", afirmó. Cualquier esfuerzo en modernizar las instituciones para que cumplan mejor las funciones que se le encomiendan debe ser siempre bien recibido. En este sentido, desde que Felipe VI llegó al trono han sido varias las iniciativas para hacer que la Corona sea más transparente y austera. De hecho, hoy se puede decir que La Zarzuela es más ejemplar en estos aspectos que muchas otras instituciones del Estado, empezando por el propio Gobierno de la nación. Sin embargo, vemos difícil y perjudicial elaborar en estos momentos una ley de la Corona cuando dentro del propio Ejecutivo hay ministros que no sólo se han mostrado abiertamente republicanos, algo que es completamente legítimo, sino que también han mostrado su intención de dar los pasos necesarios para acabar con la Monarquía en España. Asimismo, la dependencia parlamentaria del Gobierno de varios partidos independentistas dificultaría mucho la elaboración y aprobación de dicha ley, proceso que algunos aprovecharían para atacar aún más la institución, cuando no para intentar un proceso constituyente. Justo lo que España no necesita en estos momentos. Aunque sumida en la actualidad en una crisis sin precedentes por las investigaciones a las que está sometido Juan Carlos I, no hay duda de que la Monarquía ha sido una institución altamente beneficiosa desde el inicio de la democracia. Felipe VI está demostrando ser un Rey solvente, serio y moderno, consciente de los muchos retos que tendrá la institución monárquica en los próximos tiempos. Ahora bien, nunca hay que olvidar la dimensión histórica y tradicional de la Corona, parte esencial de la misma. Cualquier reforma debe combinar tradición y modernidad. Lo contrario sólo sería pretender una pseudorrepública que no está contemplada en nuestra Constitución.

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