Las elecciones municipales han ratificado en Córdoba que el cambio de ciclo político, aquel que permite a los populares alcanzar metas que hasta ahora parecían casi imposibles, ha llegado para quedarse. En la capital, con un doble hito para José María Bellido: una mayoría absoluta que no se lograba desde 2011 y renovar el mandato, algo que no habían conseguido sus antecesores. Y en la provincia, con un vuelco al azul que deja la Diputación Provincial al alcance de los populares tras arrebatar al PSOE municipios del peso de Lucena y Palma del Río.

En la capital, el mensaje de los votantes ha sido claro: un 46% han apoyado al PP, que ha arrasado con los ediles de Ciudadanos y con uno de una candidatura socialista que no ha convencido, pero que además tenía difícil sobreponerse al momento que atraviesa el partido en todo el país. Avalan así la gestión de la ciudad, pero también el modelo abanderado por el PP de Juanma Moreno. Los 15 concejales que el PP tendrá en Capitulares a partir de junio permitirán a Bellido el gobierno en solitario que venía reclamando, sin necesidad de ver condicionadas sus políticas; ante él se abre ahora el reto de lograr ese avance de Córdoba que ha sido su lema de campaña y que incluye un largo listado de compromisos encabezados por el desarrollo del desaprovechado potencial logístico de la ciudad, pero en el que también están la necesidad de una vivienda asequible y la búsqueda de soluciones para tres de los quince barrios más pobres del país.

Frente a la abundancia de los populares, que además de sumar han consolidado feudos como Cabra, Priego de Córdoba y Pozoblanco, está la situación en la que queda el PSOE provincial, que como el nacional necesitará una larga reflexión y recomponerse tras la segunda debacle en un año y la pérdida de la Diputación, un fuerte golpe para la estructura del partido.