Andalucía y el cambio

Ayer se cumplió el primer aniversario del triunfo por mayoría absoluta del Partido Popular en las elecciones autonómicas de Andalucía, una circunstancia que sólo cuatro años antes se habría antojado ilusoria a cualquier observador de la realidad política. El triunfo arrollador del PP y de Juanma Moreno se produjo tres años y medio después de que la confluencia de intereses de los populares, del entonces pujante Ciudadanos y de un Vox que enseñaba sus credenciales en la política española y que dio la sorpresa en Andalucía, lograra echar a los socialistas tras casi cuarenta años en el poder. El Gobierno que se constituyó en enero de 2019, de coalición entre el PP y los naranjas con apoyo parlamentario de Vox, hizo un esfuerzo más que considerable para demostrar que el cambio no suponía, ni de lejos, el desmantelamiento de los servicios públicos esenciales o una merma en las prestaciones sociales. Juanma Moreno tuvo la habilidad de encarnar un talante pragmático y positivo y supo encontrar una centralidad que le permitió presentarse como un presidente transversal. Moreno recogió hace ahora un año el fruto de ese trabajo: cambió de una forma radical el paisaje político de Andalucía, que en el imaginario nacional era una isla de poder socialista prácticamente inexpugnable. Pero casi tan importante como lo anterior fue que en esas elecciones se dibujó un nuevo ciclo político en España que se ha confirmado plenamente en los comicios municipales y autonómicos del pasado 28 de mayo y que previsiblemente culminará en las generales del 23 de julio, según apuntan todas las encuestas. Andalucía se ha convertido de esta forma en adelantada de un nuevo tiempo político. El modelo andaluz, encarnado por Moreno, se basa en políticas sin estridencias que puedan ser asumidas por amplias capas de la población. Ese es el modelo al que debe atender Alberto Núñez Feijóo. Porque es en el centro y en las políticas moderadas donde se ganan las elecciones.