EDITORIAL
Toda preparación es poca ante los temporales
La normalidad del tráfico ferroviario de Alta Velocidad de Andalucía con Madrid y con los corredores de Barcelona y Valencia quedó ayer restablecida. Se ponía fin así a dos días de caos y de retrasos generalizados que pusieron a prueba la paciencia de miles de viajeros y que confirmaron lo que es una impresión generalizada en los últimos años: el deterioro de un servicio que hasta hace no mucho tiempo y desde que se estrenó en la Exposición Universal de 1992 era un modelo de puntualidad, calidad y prestaciones. ¿Qué ha pasado para que esa imagen de excelencia se haya venido abajo? Nadie parece tenerlo muy claro o, por lo menos, nadie parece dispuesto a ofrecer una explicación que permita prever que ésta es una situación con mecanismos y plazos de solución. La gestora de la infraestructura, Adif, y la operadora del servicio, Renfe, echan balones fuera y parchean como pueden la situación hasta que llega la siguiente avería y la puntualidad y el servicio vuelven a saltar por los aires. Ambas son sociedades públicas que dependen del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, por lo que es de todo punto pertinente la petición realizada por el presidente de la Junta, Juanma Moreno, a la ministra Raquel Sánchez para que ofrezca explicaciones y plazos. Es cierto que la línea de AVE de Andalucía es la más antigua de España, con más de 30 años de servicio, y que soporta una intensidad de tráfico que no tienen otras más modernas. Adif tiene en marcha un plan de modernización de la infraestructura que prevé completar en 2026 y en el que va a invertir 650 millones para equiparar las prestaciones y la seguridad de la línea con las últimas que se han puesto en marcha en España. Pero también es evidente, y así lo admite la propia empresa, que estas obras no están en el origen de las numerosas averías que se producen y que ha arruinado el prestigio de un servicio que hay que recuperar de forma urgente por la importancia que el AVE tiene para Andalucía.
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