J. M. Marqués Perales

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La zona oscura de Andalucía

El economista Román Perpiñá, allá por 1952, ya arremetió contra quien reclamaba más autarquía en un libro titulado 'Primero, España'

Antes de que Laureano López Rodó convenciese a Franco de que la autarquía que implantó en España después de la Guerra Civil acabaría con el régimen mediante su quiebra, un economista catalán, afecto, pero heterodoxo para la loca ortodoxia de aquel momento, Román Perpiñá, advirtió de aquella sinrazón que condenaba a los españoles al hambre y al país, a la ruina. Comenzaba así una batalla dentro del régimen entre los aperturistas económicos del Opus y el bloque falangista que se prolongaría durante lustros, aunque los llamados tecnócratas consolidaron una posición infranqueable en 1957, cuando el Plan de Estabilización alumbró lo que sería a la postre el primer capitalismo español, paridero de la clase media. En uno de sus libros, De estructura económica y economía hispana, de 1952, Román Perpiñá carga contra algún necio que había publicado un panfleto titulado Primero, España, en el que abogaba por una autarquía más férrea. Grandes lecciones deja la historia.

A Román Perpiñá, sin embargo, le podemos reprochar algunos de los olvidos que aún sufren algunas comarcas andaluzas. Fue él quien diseñó una distribución territorial de España, en la que después se basaron los grandes economistas de los planes de desarrollo, en el que propuso una fuerte industrialización del centro del país, en conexión con los grandes puertos españoles, Valencia, Barcelona, Cádiz, Bilbao y Vigo, por medio de ciudades intermedias que debían estar bien comunicadas: Zaragoza, Sevilla, Valladolid, Burgos. Dejó una zona oscura por las dificultades geográficas para enlazar al mar de Almería con el centro, porque entendió que Albacete no serviría para ello. Con el tiempo -décadas, claro- Almería encontraría su desarrollo económico gracias a la agricultura y su conexión con el eje mediterráneo, pero Jaén, como el norte de Granada, se quedaron en aquella sombra premonitoria. Hasta Franco confesó en una ocasión que Jaén le quitaba el sueño.

La democracia ha intentado solventar esos agujeros territoriales con planes de desarrollo, pero en Jaén han venido fracasando, a pesar de que las inversiones han sido cuantiosas, aunque erróneas. La última decisión del Gobierno de Pedro Sánchez, de fijar en Córdoba y no en Jaén, un amplio centro logístico militar no hubiera provocado tanto agravio si Carmen Calvo no hubiese aireado el compromiso con su tierra. En Jaén hay un déficit que conecta al franquismo con la democracia, un problema que sigue y es la causa de que sea la única provincia llamada a la presentación de una lista local a las elecciones autonómicas, un remedio que, sin embargo, será estéril.

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