Cada día es más difícil que algo nos zarandee. Que algo nos indigne hasta el punto de levantarnos en armas o en derechos civiles. Cada día es más complicado que nos molestemos en protestar, reclamar o que manifestemos de manera pública y notoria -levantándonos de nuestro sillón- nuestra oposición a la cuestión indignante. Ya hemos podido constatar que ni siquiera los datos de fallecidos, el numero de contagios diarios o semanales nos sobrecogen, que estamos medio aletargados o que ya no podemos más. Que ya nada nos zarandea lo suficiente para movilizarnos y activarnos. Que el nivel de afectación ha quedado adormecido.

Puede que en el día a día, nos siga excitando el debate. La discusión en el café, la controversia en el desayuno con esos cercanos diversos y dispares, quizá ahí nos siga mereciendo la pena gritar. Ahí tal vez aún nos tiremos al barro y argumentemos o cuestionemos por turnos el porqué de los teatros abiertos y los toros sin público, el porqué de las misas bajo techo y el fútbol sin grada. Los forfait a Sierra Nevada, pero sin surf a Tarifa. Y en ese debate enriquecedor aún nos partamos el cobre y nos desgañitemos, simplemente porque nos pone, porque sigue teniendo un punto estimulante la confrontación y la discusión enriquecedora con el que piensa diferente; ahí nos ponemos el traje de progre o de carca -a veces según toque- y defendamos las posturas que proceden. Pero parece que todo queda ahí, en el cruce de mensajes ocurrentes y, una vez posicionados intelectualmente, seguimos con nuestro quehacer ¡qué bastante tenemos con lo que tenemos!

Que los bares vuelven a cerrar a las ocho y parece que el C3A acogerá una exposición ajena absolutamente a sus fines y espíritu. Que aquí ya no pasa nada por nada. Que será que protestar requiere tiempo y energía y ya, no estamos para más pegos.

Entiendo que más allá de promesas electorales, de guiños cómplices de políticos a sectores, de incluir en programas hitos de unas y otras sensibilidades, hay cuestiones que no pueden confundirse. Que una cosa era leer en panfleto la creación de un espacio para cofradías y ensayo de bandas de música y otra, utilizar el buque insignia del arte contemporáneo para crear un remedo de ese museo. Que una cosa es que hasta quienes no participamos, reconozcamos la labor y la presencia cofrade en la ciudad y otra, llegar al desatino.

Habrá que replantearse si no ha llegado el momento de reactivar la tensión o la capacidad de reacción, volver a sentir el zarandeo, dejar al instinto actuar y si toca, de nuevo gritar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios