La ciudad y los días
Carlos Colón
Política carroñera
Crónica levantisca
Miguel Ángel Revilla no ha ganado nunca las elecciones en Cantabria; desde 1995 lo viene logrando el PP y, antes, el PSOE, pero el presidente y tertuliano es consultado como fuente de autoridad para todos los asuntos. Todo lo explica con vacas. Qué campechano, cercano y natural es el montañés. Alberto Núñez Feijóo le ha citado a él y otros presidentes autonómicos de la llamada España vacía en Santiago, y desde allí el cántabro Revilla nos ha alumbrado: el sistema de financiación de las comunidades no se puede basar en la población. Nunca, ha apostillado. Me lo temía: en España terminarán cobrando las hectáreas, como se reparten las ayudas de la PAC, porque siempre hay una buena razón para que el criterio de la población sea cuestionado.
En varias provincias de la España despoblada se están cociendo listas para las elecciones generales, cuyos representantes aprovecharían el descontento singular de sus habitantes con la soledad para tener voz propia en el Congreso. Y podrán hacerlo, porque nuestro sistema electoral es tan comprensivo con las personas como con las hectáreas.
Verán, la población de la provincia de Soria es de 89.752 personas, similar a la de Chiclana de la Frontera en invierno, cuando no hay veraneantes. En agosto se multiplica por tres. Como el sistema fija un mínimo de dos diputados por provincia, Soria envía dos escaños al Congreso. Segovia, donde viven unas 155.000 personas, elige tres diputados, como Ávila, Cuenca, Guadalajara, Huesca, Palencia, Zamora y Teruel. Todas tienen sobrerrepresentación en la Cámara Baja.
La provincia de Málaga elige 11 diputados, pero si se le aplicase el criterio de Soria, los malagueños deberían enviar a 18 representantes, son siete de diferencia, ésa es la cuota de poder de la España despoblada. La Constitución define a la provincia como circunscripción electoral, de modo que la fuerza de los sorianos, de los turolenses o los palentinos no reside en su representatividad, sino en los límites que marcó Javier de Burgos a mediados del siglo XIX. Hay territorios en España que tienen una densidad de población similar a la de Laponia, y eso es una anomalía, no cabe duda, pero los desplazamientos de población se deben a fuerzas económicas desatadas desde hace más de un siglo, no a las acciones de un gobierno en concreto. Y es irreversible.
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