Si volver a la Edad Media

La dialéctica era una fuente de sabiduría, un hervidero de actividad intelectual en torno a las 'questiones disputatae'

Es suficientemente conocida la importancia que el lenguaje ha tenido en la evolución. Todos los científicos especializados defienden que el hecho de que nuestros antepasados gozasen de la oportunidad de hablar facilitó y mejoró considerablemente su desarrollo. Hay que darse cuenta, por ejemplo, de la ventaja que supone para la supervivencia, propia y del grupo, poder avisar con mayor precisión y exactitud a los compañeros de la llegada de algún peligroso depredador. Que la transmisión cultural, por su inmediatez, es más ventajosa que la evolución genética, que necesita de más tiempo para mejorar la especie, es un hecho que convence a todos los que trabajan en estos temas. De ahí que los trabajos sobre el lenguaje han ido desembocando a través de la historia en múltiples ciencias de las que la lógica, la lingüística o la dialéctica quizá sean las más importantes.

Concretamente la dialéctica era una fuente de sabiduría en la Edad Media, un hervidero de actividad intelectual en torno a las questiones disputatae y las inteligencias más preclaras ocupaban su tiempo en responder a cuestiones bastantes sutiles que, vistas de una manera superficial, pueden parecer simples pero que, analizadas con profundidad, plantean cuestiones del más alto interés moral, ético o social. 1) Ratón es una palabra. 2) Una palabra no roe queso. 3) Luego el ratón no roe el queso. En el siglo XII, por ejemplo, éstos se ocupaban en tratar de responder a cuestiones como ésta: cuando un cerdo es conducido al mercado, ¿es el hombre o la cuerda el que lo sujeta? No es intrascendente la respuesta a si es la cuerda la que dirige al animal o el libre albedrío y la voluntad del hombre porque en un caso sería responsable, por ejemplo, de un robo pero, si es la cuerda, esa es ya otra cuestión.

Estos juegos de inteligencia y otros infinitos de contenido similar estaban diseñados y eran un ejercicio preparatorio para saber discutir y convencer al que piensa de otra manera. Fueron extraordinariamente famosos en los círculos de estudios superiores de la época y porque muchos de ellos los inventó un filósofo llamado Gualón, se denominaron gualídicos. No sería malo que en esta época volvieran a florecer ejercicios como estos a ver si olvidamos lo que Savater llama la "ética del combate", que consiste en que una concepción del mundo destruya a la otra, aplastándola como sea, y así solo quede una verdad.

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