Carlos Colón

La única esperanza

La ciudad y los días

Sólo el judeocristianismo es una alternativa real y actuante a este civilizado y aséptico infierno

13 de agosto 2019 - 02:34

Ningún avance humanitario se ha producido que no tenga su origen en el judeocristianismo. Que también es la única garantía contra un futuro inhumano o ahumano. Todo lo que desde fuera del judeocristianismo, y a veces contra él, se ha hecho en favor del ser humano y sus derechos nace de él. Hay aportaciones sustanciales, como las de la ética griega o el derecho romano, pero lo decisivo procede más de Jerusalén que de Atenas y Roma. André Malraux escribió estas palabras que alguna vez he citado aquí: "La fascinación primera del cristianismo no estuvo en el Cielo, sino en el sufrimiento. El sufrimiento antiguo era una atroz soledad, un dolor sin finalidad y sin significación. Job en el estercolero, pero sin el Señor. Para el mendigo, el humillado, el inválido y el esclavo hubo algo más necesario que el otro mundo: escapar al absurdo y la soledad del dolor sin esperanza. La predicación cristiana en Roma fue invencible porque decía a una esclava, hija de esclavos, que veía morir en vano a su hijo esclavo, nacido en vano: Jesús, hijo de Dios, murió torturado en el Gólgota para que tú no estés sola ante esta agonía… Pocas veces se ha hablado al dolor humano la lengua que podía realmente entender". Sobre la influencia del judecristianismo en todos los procesos de emancipación y dignificación, incluso los más radicalmente antirreligiosos, George Steiner escribió que el marxismo es una nota a pie de página del judaísmo.

Leyendo el reportaje del compañero Álvaro Ochoa sobre Regina Mundi recordaba las terribles noticias de estos últimos meses sobre propuestas asesinas en presuntos paraísos de los derechos humanos. En Bélgica, con el apoyo del 40% de los ciudadanos, se ha propuesto que no se administren tratamientos costosos a los mayores de 85 años para ahorrar en Sanidad. En Holanda un partido ecologista, apoyado por la presidenta de la asociación de Geriatría Clínica, propone restringir las cirugías a los pacientes mayores de 70 años; los geriatras decidirían si se operan e incluso si se les continúa brindando tratamiento.

Añadamos, viniendo aquí, la propuesta del PSOE sobre la eutanasia activa, la consideración del aborto como un derecho o el exterminio de los síndromes de Down antes de su nacimiento. Y la imagen se parece demasiado al mundo feliz de Huxley. Sólo el judeocristianismo es una alternativa real y actuante a este civilizado y aséptico infierno.

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