La aldaba

Carlos Navarro Antolín

cnavarro@diariodesevilla.es

El triunvirato que manda en el PSOE

Un reconocido socialista andaluz lo confesó: "Nos queda claro que mandan tres. Pedro Sánchez y sus cojones"

Cuantísimas chorradas se leen y se oyen estos días sobre quién manda en el PSOE de Sánchez. Porque es el PSOE de Sánchez como es el CIS de Tezanos, tal es el grado de prostitución al que han sometido a las dos entidades. El mayor daño que se hace a la Justicia ocurre cuando los nuevos magistrados de los altos órganos aparecen en las infografías como progresistas, conservadores o directamente separatistas. La Justicia no debería tener apellidos, como el CIS o los partidos. Pero hay veces que el sello personal se antepone durante un tiempo, siempre con fecha de caducidad, pero se impone. Sánchez está llevando al extremo ese sello con un descaro y una determinación nunca vistos en la historia de la democracia. Y eso que hemos visto casi de todo. La frialdad, casi gelidez, en la remodelación del Gobierno derrumba todo análisis previo. El sanchismo se reinventa para continuar caiga quien caiga. Y de hecho ha caído hasta algarrobo Ábalos. A Sánchez le ha faltado enviar las cartas de cese con un motorista y hacerse escoltar por la guardia mora en la primera foto del Consejo de Ministros. Quizás la mejor descripción de este PSOE la haya dado un importante socialista andaluz en el calor de una tarde de julio. "¿Tú sabes que el partido está en manos de un triunvirato? Mandan Pedro Sánchez y sus dos cojones". Ahora podemos hacer análisis geoestratégicos sobre el peso de Andalucía en el Gabinete y todo lo que se quiera, pero de nada servirán porque hay un realidad palmaria: los cambios son para que el triunvirato siga en el poder y haya menos interferencias internas, no para administrar mejor o ser más competitivos en el orden internacional. Sánchez ha exhibido cojones en la versión de la España más cañí. Que tomen nota los barones que echaban el mentón hacia arriba o quienes veían al presidente rehén de un gurú. En un cuarto de hora lo verán pasear por las dunas de Doñana, donde se refugiaba Rajoy los días de debates electorales porque, según las malas lenguas, allí llega mal la señal de televisión. Si nadie debe estar tranquilo con Sánchez, menos aún sus propios ministros. El mensaje que ha dejado es de una contundencia que provoca tembleques. Hasta ha eclipsado el bochorno provocado por un individuo como Alberto Garzón, al que Sánchez mantiene en el Gabinete pese al episodio de la carne, donde el propio presidente ridiculizó a su ministro. Todo encaja, todo conduce a una devaluación de los cargos, reducidos a peones en un tablero donde solo hay un reyezuelo. Malos tiempos para los alfiles y jacos. La cosa va de cojones como torres.

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