Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Habitualmente la educación que trasmitimos a nuestros hijos pasa por inculcarles el espíritu del trabajo, el valor del esfuerzo, la acumulación de conocimientos para “estar preparados para el mañana “, juntamente con los valores ajustados a las buenas costumbres imperantes en nuestro entorno. Así lo han hecho familias y centros educativos desde siempre; y somos muchos los que, gracias a esta receta, al llegar a la edad adulta hemos tenido la fortuna y las capacidades que nos han permitido colocarnos en los puestos afortunados de la vida. Pero ahora los tiempos han cambiado. No es necesario haber leído a Cervantes o Shakespeare para escribir una novela. Ni siquiera saber quiénes fueron. La IA lo hace por nosotros. También dibuja pinturas, sin que haya que saber quién fue Goya. Y en YouTube se encuentran al alcance de un clip todos los cursos de aprendizaje que uno desee, sin necesidad de ir a escuela o Universidad alguna. Nada de ello exige una laboriosidad especial, ni una sabiduría producto de miles de horas dedicadas al estudio. Google sabe muchísimo más que el mayor sabio de los maestros o profesores. Entonces ¿cuál es el papel de los educadores? ¿Qué tienen que trasmitir a los más jóvenes?
La verdad. Y esto pasa por decir que en la vida la fortuna juega el partido, que ese ingrediente aleatorio es esencial para tener una existencia feliz. Por lo tanto, la clave consiste en cómo conseguir tener suerte. El trabajo y la perseverancia ayudan mucho, porque la suerte no siempre llega rápido, la espera se alarga y muchos abandonan los sueños. Pues bien, la rendición no está permitida. Hay otros dos ingredientes fundamentales: La ignorancia y el atrevimiento. Quien se considera sabio y convierte sus conocimientos en dogmas irrefutables, no sabe nada. La humildad de reconocer que todos somos ignorantes y que siempre lo seremos, lleva al aprendizaje continuo. El atrevimiento es el antídoto perfecto al miedo. Todos los avances en la sociedad vienen de la mano de quienes tuvieron la osadía de pensar y actuar diferente. Personas que son pájaros cantores y no loros. La educación hoy exige apasionar a los jóvenes, para que crezca en ellos la curiosidad que les conduzca a aprender solos, que es como algún día tendrán que lidiar con la vida. Cuando llega ese momento inevitable, no se torea en grupo como en las capeas, sino solos y con el valor como única arma.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
La nueva España flemática
La ciudad y los días
Carlos Colón
Montero, Sánchez y el “vecino” Ábalos
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El grano