Simple: elecciones

Los problemas más complejos suelen tener las soluciones más simples. Dicho de otro modo, ¿para qué complicarse si la solución salta a la vista? La difícil y grave coyuntura descubierta la semana pasada es muy evidente que ha destrozado la escasa reputación que le quedara al gobierno. Lamento muchísimo, además, que haya arrastrado al PSOE, un partido centenario, crucial en la democracia española, al peor descrédito de su historia (un partido, salvo excepciones y hasta ahora, silente, entregado incomprensiblemente –por la condición combativa y crítica de la militancia que yo le conocía– al cesarismo insoportable, e ineficaz, de Sánchez.

Es manido el argumento de que, si Sánchez lo sabía, está manchado de corrupción y, si no, es un perfecto idiota. No creo que sea una cosa ni la otra. Puedo asumir que no supiera de verdad qué se cocía en el fango de su cloaca, mientras despachaba alegremente las aspas de su ventilador contra el fango de la otra. Pero no puedo asumir que sea idiota. Ningún idiota traza un plan. Y Sánchez lo tiene. No es trasladar al país desde una posición conservadora a otra progresista. Ni antes de Sánchez había un clima asfixiante de derecha plomiza ni ahora hay un vendaval de izquierda arcádica –España lleva lustros a un tran-tran desesperante–. El plan es agarrarse y, ya creo, protegerse. Sánchez no es idiota. Es habilidoso. Puede que imbécil sí, en el sentido etimológico de ser dependiente de báculos, de un bastón, llámese Sumar, Esquerra, Junts, PNV o, tachán, Bildu. Pero no es idiota.

Nosotros lo seríamos si frente a este clima repugnante, repleto de palabras huecas y prostituidas (perdón, decepción, contundencia, regeneración) no trazásemos un plan para revertirlo. Yo, sin alardes, lo veo cristalino: elecciones y a votar. Sánchez no ganará, perderá como ya ocurrió. El reto cierto es que no sume. Quién sabe, puede que incluso no se presente y se vaya a romper cualquier otra institución valiosa.

No somos idiotas. Queremos votar.

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