La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El secuestro de la política

Se puede y debe hacer política más allá de lo que restrictivamente suele llamarse así

Los políticos, los partidos y las ruinas de las viejas ideologías de los siglos XIX y XX ocupan abusivamente el espacio público. Es una forma restrictiva de entender la cosa pública y las políticas que la gestionan como acción y responsabilidad exclusiva de los políticos "profesionales, los partidos y sus correspondientes ideologías. Es cierto que la política es la "actividad de quienes aspiran a regir los asuntos públicos". Así lo dice una de las acepciones que la Real Academia da a la palabra política. Pero también es cierto que esta acepción de la política y del papel que le dan (damos) los medios de comunicación ha devorado otra igualmente importante: "Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo". Y la opinión del ciudadano puede estar fundamentada tanto en ideologías "políticas" como en ideas o creencias. Porque hasta la palabra ideología ha sido secuestrada por la política, entendida en este sentido restrictivo, cuando en realidad se trata del "conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político".

¡Qué omnipresencia de lo político, en su versión jíbara que lo reduce a profesionales y partidos, cuando se habla de ideología! ¡Y qué olvido de lo cultural y lo religioso! Incluso se desdeña la cultura, el arte y el pensamiento como lujos u ornamentos y se exige la expulsión de lo religioso como indeseable irrupción de lo privado en lo público. Es necesario y urgente recuperar los sentidos más abarcadores y participativos de las palabras política e ideología, que los medios den (demos) un tratamiento más relevante a cuanto tenga que ver con el pensamiento, las artes o la religión. Padecemos la herencia de la nefasta rendición de los intelectuales a las ideologías políticas como única forma de acción e intervención social. Lo que Julien Benda llamó en 1927 "la traición de los clérigos" que arrastró a tantos pensadores y artistas a alinearse con los totalitarismos del siglo XX, perdiendo la libertad crítica que debía ser consustancial a ellos.

Se puede y debe hacer política más allá de lo que restrictivamente suele llamarse política e ideología, intervenir en los asuntos públicos sin adscribirse necesariamente a un partido y su ideología. Solo así se construye una sociedad civil libre.

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