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Vuelve con el mes de julio y bajo su fragor veraniego el Festival de la Guitarra y con él sus mágicas noches bajo la luz de la luna, cuando el día y su solana dan una tregua y la música se convierte en un refugio para reencontrar el sentido de la civilización que las altas temperaturas y las incomodidades del calorón nos niegan. La Orquesta de Córdoba abrió anoche el festival, que en esta ocasión programa 23 conciertos de muy variado registro con los que se ha intentado satisfacer a gentes de todo gusto musical. Hay algo en realidad de búsqueda de la sencillez y de la lógica, de persecución de lo razonable, en el empeño del concejal popular Juan Miguel Moreno Calderón, cuyo reto en estos tiempos difíciles parece ser mantener con vida y con dignidad los más significativos programas culturales del Ayuntamiento. Ha sido una suerte importante que haya sido en él, un hombre vinculado a la cultura desde la misma cuna, en quien haya recaído la responsabilidad cultural en estos años de carencias y recortes, pues de haber estado en otras manos menos sensibles y menos valientes, o peor aún más vanidosas, tal vez estuviésemos asistiendo a un trasquilón del programa cultural mucho mayor al que estamos viviendo. Supongo que no es el sueño de cualquier gestor ocuparse de estas tareas de supervivencia en las que se ha tenido que ver Moreno Calderón, pero, por hacer un símil, cuando caían las bombas ignominiosas también hizo falta alguien que se dedicase a proteger los fondos del Museo del Prado. El Festival de la Guitarra llega así este año con un cartel marcado por evidentes limitaciones, pero que aún mantiene el interés de la cita e incluso gana en pureza al gozar la guitarra del papel preponderante que se le presupone siempre pero del que en ocasiones no ha gozado. A Moreno Calderón y al PP, sin embargo, les quedan por delante dos años y es de sospechar que los electores a los que la gestión cultural nos influye a la hora de determinar nuestro voto, que sospecho que somos cuatro, les exigiremos algo más que esta loable labor de conservación en tiempos duros. El fiasco de la Capitalidad dejo a la cultura cordobesa sin un plan general claro para el futuro y quizá ese deba ser el reto para lo que resta de mandato: dar un leit motiv a la cultura cordobesa que vaya mucho más allá de 2016 y lo que ya hay prevista que enriquezca lo existente, lo cohesione, y nos ilusione. Para el PP, de cuyas políticas culturales siempre se suele sospechar, es un reto de enorme altura, pero es difícil saber si el alcalde lo acometerá y si reforzará para ello la posición de Moreno Calderón y su presupuesto. Dudoso. Muy dudoso. Aunque, quién sabe.
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