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Mi directora me escribió el jueves. Me decía amablemente que, con el cambio de diseño del periódico (queda guapo, la verdad), tenía que reducir los caracteres de la columna, a unos dos mil con espacios, porque la pieza (así es como se llaman los trozos de papel donde se cuadran los espacios publicados) solo admitía como máximo esa dimensión. Cosas que pasan. Pierdo yo, y ganan ustedes, unos novecientos noventa caracteres contando espacios, que parece cosa menor, pero, contemos bien, es casi un tercio menos.
¡Ay!, contando, contando, yo sigo. Pero con el recorte de espacio, he decidido plantearme si yo también debo recortarme en el conteo que practico. Gerundios fuera, lo primero, que alargan el fraseo y son poco originales. Fraseo más corto, idea cierta y economía de adjetivos. Sustantivos rotundos. E impacto, que se nos va el día, no éste de aquí, sino cualquiera. Igual, incluso en el fondo me tengo que cortar.
Muchos han insinuado que mis cuentas con el presidente son: 1) cuitas; 2) obsesivas; 3) escoradas; 4) parciales. Cuitas no tengo. Obsesión, tampoco, aunque sí hartura. Escorado está claro: pretendo que se pire, por propia voluntad, por una censura que lo desaloje, o, mi preferida, porque otra derrota más (ya perdió, insisto para que no se olvide) sea tan grande y rotunda que añada épica salvífica a la historia democrática de este país bendito. Parcial, ¡qué descubrimiento! Obvio: mi opinión es, subjetiva y personal; destaco sus mierdas, no las ajenas porque, aunque enfrente hay de todo y no todo bueno, el objetivo confesado es liberarme, liberarnos, de este tipo. Se me ha ido otra vez lo de reducir tensión verbal. Me explicaré y termino.
El deterioro público que Sánchez genera crece por días. El cinismo que practica es inmoral. El desgobierno es dañino. El silencio del PSOE es ridículo y suicida. Los días pasan, 15 llevo contando, 680 desde que perdió, 812, como máximo, hasta que se repita, y suman razones para botarlo. Así que no me recorto. Insisto.
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