La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La profundidad de la alegría

Aportar con una canción, una comedia o una película algo de felicidad a millones de personas es una muestra de generosidad

Uno el excelente documental La historia de Noël Coward de Barnaby Thompson, que les recomiendo vean en Filmin, y unas palabras de Muñoz Molina. En una entrevista para Vanity Fair dice el escritor: “Existe un prejuicio narrativo. El drama siempre es más atractivo… Parece que la felicidad sea menos profunda que la tristeza. Es un error absoluto”. Cuando en el documental preguntan a un Coward ya mayor cómo resumiría su vida, contesta: “He intentado hacer un poco más feliz a la gente”. Sería un error considerar menor su obra por haberse dedicado a ello como actor, cantante y dramaturgo, reinando en los teatros del West End y Broadway –en muchos casos con la gran Gertrud Lawrence– entre los años 30 y los 50, hasta que su popularidad declinó cuando en la posguerra triunfaron los jóvenes airados del teatro social. Afortunadamente resurgió, pero no quiero hacer un spoiler contándoles su singular renacimiento en un famoso lugar del desierto de Nevada apoyado por un tipo a quien llamaban Blue Eyes.

Aunque también escribió algún drama, Coward fue el símbolo máximo de la alta comedia. “Me siento como si estuviésemos en una obra de Noël Coward. Alguien debería estar preparando los martinis”, dice Woody Allen en Manhattan. Pero no por ello conviene tomárselo a la ligera. En su inmensa producción figuran algunas de las mejores canciones –sobre todo Mad About the Boy, cuya versión más famosa es la de Dinah Washington con la orquesta de Quincy Jones–, de las mejores comedias Cavalcade, Vidas privadas o Un espíritu burlóny de las mejores películas –Sangre, sudor y lágrimas y Breve encuentro de David Lean, cuyos guiones escribió, interpretando la primera– del siglo XX. Aunque quizás su obra maestra fue él mismo, el personaje elegante, sofisticado e ingenioso tras el que se escondía una infancia lindante con la miseria y exhibía, a la vez que ocultaba, su homosexualidad. Aportó, con una canción, una noche de teatro o una tarde de cine, algo de felicidad y diversión inteligente a millones de personas.

En una tardía entrevista en el New York Times Harold Pinter, el aclamado dramaturgo, Nobel de Literatura en 2005, dijo: “¿Cómo escribir una obra feliz? El drama es acerca de los conflictos y niveles de perturbación, desconcierto. Nunca he sido capaz de escribir una obra feliz, pero he sido capaz de disfrutar de una vida feliz”. ¿No es una forma de egoísmo?

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