La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Las primarias pervertidas

Los nuevos liderazgos son más personalistas, casi cesaristas, porque se encargaron de quitar frenos y contrapesos al líder

Las primarias (elecciones internas en los partidos para designar a sus candidatos) han supuesto un avance en la democracia. Significan un aumento de la participación de los militantes y simpatizantes en la vida de los partidos. Creo que seguirán vigentes durante mucho tiempo porque son preferibles a los métodos tradicionales de elección a dedo o por cooptación.

Ahora bien, las cúpulas de las formaciones políticas -de todas- se las han apañado para desvirtuar las elecciones primarias, privándolas de su sentido participativo y primacía de las bases, hasta convertirlas en una formalidad inane que se mantiene por inercia y porque es lo moderno. Lo han hecho sin pudor los nuevos líderes surgidos durante la década de crisis económica y crisis del bipartidismo.

¿Cómo? Pues aprovechando su acceso exitoso al mando de sus respectivos partidos para construirse un liderazgo cesarista y destruir los contrapesos orgánicos con los que sus antecesores han tenido que lidiar. Pedro Sánchez impuso un modelo de PSOE basado en la relación directa secretario general-militantes, eliminó el papel de los barones territoriales y se reservó para sí el control de las listas electorales (¿qué caso ha hecho a las listas aprobadas desde abajo en Andalucía? Ninguno). Pablo Casado ha renovado el 73% de las cabezas de lista de la época de Rajoy y laminado a casi todos los sorayistas y veteranos de acreditada preparación pero escasa lealtad perruna (a su persona). Albert Rivera ha manejado también a su antojo la elaboración de las candidaturas de Ciudadanos, incluso con algún sonoro caso de fraude en las primarias telemáticas. Y qué decir de Pablo Iglesias, que ha ido echando o aburriendo a todo aquel que podría hacer sombra a su hiperliderazgo, ha arruinado los movimientos de convergencia territoriales -la única posibilidad de que Podemos no se desinfle del todo-, ha colocado a su mujer de número dos de la organización y ha llegado a endosar a los militantes podemitas la responsabilidad sobre la compra de su chalé, que es solamente suya. Eso no pasa más que en Nicaragua.

Es curiosa esa perversión: Suárez, González y Aznar eran mucho más carismáticos que Sánchez, Casado, Rivera e Iglesias, pero tuvieron muchas más limitaciones en sus partidos. Intentaron manejarlos a su antojo, pero había frenos y contrapesos. Paradójico: las primarias en España han dado más poder a los jefes que a las bases.

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