Como al perro flaco

La polarización social fomentada desde algunos partidos llega cuando más necesitamos coordinación

En 1993 se desató una crisis económica que nos afectó de manera importante y la moral se nos vino algo abajo. Lógico porque, como es habitual desde hace mucho, cada vez que hay algo negativo parece que nuestro panorama es bastante más sombrío que el de los países de nuestro entorno o nivel. A los dos o tres años la situación comenzó a mejorar, pero hubo quienes se pusieron demasiado eufóricos con la bonanza que asomaba. Este fue el caso de Mario Gaviria, sociólogo, que parece que quería quitarnos el complejo de inferioridad y levantarnos el ánimo. Publicó un libro en el que colocaba a España como séptima potencia mundial -¡anda que no!-. Para él, el paro era la mitad de lo que decían las estadísticas oficiales, se crecía y avanzaba a grandes pasos y, así, otras florituras, hasta afirmar que las perspectivas futuras eran tan buenas como las de los grandes países del planeta. Obviamente, hay que tener cuidado con esta clase de conclusiones porque, sobre todo para que lo último sea cierto, tiene que haber un asentamiento y fortaleza sustancial del sistema económico y productivo, tal que aguante suficientemente los embates de los acontecimientos adversos. ¿Qué tenemos ahora como consecuencia de la pandemia? Todos los sabemos, pero lo recordaremos: que tenemos el mayor número de contagios por número de habitantes, más deterioro de la economía y, como era tristemente de esperar, más parados, con diferencia, de la UE -paso de ofrecer cifras-. No es por nada, pero a la vista de los datos que continuamente nos llegan y a raíz del conocido refrán de que a perro flaco todo se le vuelven pulgas -esto es, que las desgracias se ceban con los que están peor-, no me queda más remedio que preguntarme si será eso lo que nos pasa; dicho metafóricamente, ¿somos el perro flaco de los países europeos? Y si es así, ¿por qué? Por supuesto, podría darse más de una razón, pero hay dos que destacan. Una de ellas, es que en la política española se ha instalado el regirse por principios y estrategias de mercadotecnia (marketing), lo que genera inestabilidad de planteamientos y objetivos, frente a programas serios, estables, a medio y a corto plazo; y, otra, que se ha fomentado la polarización social, preferentemente, desde los partidos que hoy están en el gobierno y desde sus dirigentes, Sánchez e Iglesias, cual religión laica que nos divide en fieles e infieles, sin solución de entendimiento; precisamente ahora que más que nunca necesitamos de coordinación y de un proyecto común.

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