Una pequeña frase de la diputada de Coalición Canaria Cristina Valido, el viernes, es la foto panorámica de la investidura de Feijóo: “Odian ustedes tanto, se odian ustedes tanto, que ni siquiera el interés general les hace reprimir su fanatismo”. Se dirigía a PP y PSOE, los dos grandes partidos que suman 258 diputados de los 350 del Congreso. Suficientes para que el país progrese y se hagan reformas, por utilizar los eufemismos con los que se autodefinen unos y otros.

A la derecha conservadora y confesional, fundada por ex ministros del dictador, no le gusta que le recuerden sus orígenes, ni que la llamen por sus señas de identidad. Ellos prefieren calificarse de reformistas, moderados y centristas. Pero su furia tras el fracaso electoral no les diferencia de sus antiguos correligionarios de Vox, socios en los gobiernos de Murcia, Valencia, Aragón, Castilla León y Extremadura. Y una izquierda oportunista, coaligada con una constelación de partidos poscomunistas o nacionalistas, que ahora necesita a los ultranacionalistas catalanes y vascos para seguir en el poder, se dice progresista. No debe haber nadie en este país que esté en contra del progreso y las reformas. Pero ambos siguen instalados en el fanatismo de negar al adversario, desde su bloque.

Los discursos de Feijóo en su investidura han repetido tres cantinelas: duro contra la amnistía para los autores de secesión catalana de 2017, beatífico al invocar la igualdad de todos los españoles, y pesado en el empeño infantil de que ha ganado las elecciones. Repitió tantas veces que su modelo es un país de ciudadanos libres e iguales, que cabe preguntarse por qué su partido acepta la escasa aportación al estado del concierto vasco o el convenio navarro. Una desigualdad que perjudica al resto de España. Cómo un partido partidario de bajadas masivas de impuestos a los ricos puede presumir de igualdad. O cómo un partido que ha conseguido el poder en Andalucía, Murcia, Madrid, Castilla León o Extremadura sin ser el más votado exige gobernar en España porque ha quedado primero.

Feijóo ha dicho que su victoria “ha sido incontestable, con 16 escaños más”. En un sistema parlamentario gana quien gobierna. Él ha sacado un 1,4% más de votos que Sánchez. Ángel Gabilondo sacó un 5% más que Isabel Díaz Ayuso en 2019, y Susana Díaz sacó un 7,2% más que Juan Manuel Moreno en 2018. Ninguno gobernó; lo que permitió la llegada al poder de Ayuso y Moreno, aunque habían quedado mucho peor que Sánchez ahora. Ambos esperan en el banquillo una posible sustitución de Feijóo. Y calientan la banda como moderados y reformistas, partidarios de la libertad, con su poquito de odio…

España perdió el salto en abril de 2019, cuando tanto Sánchez como Rivera ignoraron que había 180 diputados para un gobierno razonable. Ahora lo único que queda en el centro, como bisagra, es una diputada de Coalición Canaria.

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