Confabulario
Manuel Gregorio González
Lo mollar
Su propio afán
El caso Ábalos no ha hecho más que empezar y, además, no será el último. El antiguo ministro y diputado a machamartillo ha dicho que no dimite por su vinculación con Koldo. Tonto no es. Siendo diputado, conserva el sueldo, el aforamiento, el inmenso poder de negociación de un voto decisivo y, además, se mantiene en el foco público. La luz es otra seguridad para él. Aunque paralelamente su principal seguridad es lo mucho que sabe de la oscuridad.
No hay que ser el profeta Daniel para adivinar que el ídolo inmenso del sanchismo tiene los pies de barro en los sucesivos descontentos que irán produciéndose a medida que lloren la pérdida del poder o caigan rodando las piedras de nuevas causas judiciales. Sánchez ha puesto muy alto el listón de la protección de quienes le interesan: indultos, amnistías, concesiones… ¿Los suyos, en los fregados por venir, se van a conformar con menos?
No hay nada oculto que no vaya a ser manifestado más pronto que tarde; ni escondido, que no haya de salir a luz en cuanto se enciendan los focos. Por conveniencia mutua, Ábalos y Sánchez logran en esta ocasión un equilibrio silente para no hacerse daño mutuamente. A Ábalos no le conviene nada que esta legislatura acabe. A Sánchez tampoco. Pero acabará y muchos otros también quedarán retratados (véase a Marlaska o a Margarita Robles) y tendrán la tentación de retocar el relato de los hechos para sacarse un perfil para la historia menos vergonzoso. Ellos mismos van a ser los interesados cronistas del sanchismo. Sólo habrá que juntar las piezas. Las piezas del puzle y las piezas del destrozo.
He dicho muy rápido que Ábalos no va a tirar de la manta ahora en su grupo Mixto. No lo hará, mientras haya manta, pero viendo su grado de orgullo herido, va a haber que oírle cuando llegue el frío. Y este hombre sabe cosas de Air Europa para abajo, hasta el subsuelo, pasando por Marruecos, además del siempre jugoso asunto de Dalcy.
Pedro Sánchez, más que la amnistía, tendría que trabajar para la amnesia. Su futuro, por culpa de tanta luz, se presenta muy negro. Aquí va a largar hasta el apuntador. No será un espectáculo especialmente edificante. Ábalos ha abierto el camino. Está dando unas clases prácticas de cómo la información es poder y de que, para salvarse, hay que plantar cara al líder y a su tendencia a deshacerse de los juguetes rotos. Estamos ante la rebelión de los juguetes rotos. Van a dar mucho juego.
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