La esquina
José Aguilar
Tragedia total, miseria política
Por montera
Camino por la calle y veo leyes por todas partes. Leyes recién nacidas que se revuelven entre el escándalo de su parto y fragilidad vital. En realidad, no son leyes, son decretos ley sin previo debate, y eso les imprime la debilidad de su carácter que pone en peligro la estructura del Estado. De algunos balcones y ventanas de los edificios del barrio cuelgan carteles que revelan las órdenes de su nueva ley: la de vivienda ha tirado su valor, a los alquileres les ha topado el precio de renta, y algunos vecinos aprenden a convivir con los okupas.En el aire sobrevuelan nuevas leyes. El mundo tiene cáncer en fase terminal pero la familia se comporta incrédula sin asumir el diagnóstico. Cuelgan estrepitosos carteles en los centros hospitalarios donde se gritan los unos a los otros: los unos dicen que no hay sanitarios para contratar en España y los otros hacen la guerra política por otra ley. Se escuchan gritos de auxilio de las víctimas de violencia de género cuyos agresores vuelven a callejear rastreando las huellas del pasado por una ley que vuelve a amenazar sus vidas. Se me acerca un carrito de paseo de bebé, que no es de bebé, sino de un pequeño Bichón Maltés. Sus ancianos amos han abrigado al can con una amorosa manta azul para que no se enfríe por esos aires helados que bajan a la ciudad desde las montañas nevadas. Ambos abuelos caminan con paso prudente para evitar cualquier tropiezo que pudiera derivar en una rotura, a su edad, ya peligrosa. Del collar de perrito puedo ver otra ley: la que protege más al animal que a sus propios amos. Para los mayores está la ley del silencio. Ninguna obliga a que estén protegidos de su debilidad, de su soledad no elegida, de los gastos para pagar sus achaques, de aquellos hijos y familiares que les aparcan en la falsa felicidad de una residencia. Cuando piensas que la vida te abandona es síntoma de que el sistema ya no te reconoce dentro de sus rentables segmentos. ¿Y quién es el sistema? El sistema es el gobierno que lo diseña a su beneficio electoral. Hay quien decide retirarse al monte, pero cuando habitas en la urbe y ni eres prioridad ni parte de leyes que defiendan a los mayores, les están matando de soledad. Escucho el ruido de las malas leyes que perdonan a los corruptos, malversadores, asesinos y violadores, leyes que blanquean a los etarras, a los inconstitucionalistas indepes, a soberbias infantiles, y que las promulgan ignorantes jugando al carguito que vuelven a utilizar a las mujeres como rehenes de ancestrales, indignantes y conquistados debates.
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