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El acento
De nuevo hay que referirse a aquellos científicos que defienden la teoría de que el tránsito de cazador-recolector a la agricultura y la ganadería, acción que tradicionalmente se había venido considerando como positiva y de progreso, no fue sino una pésima idea y un lamentable fracaso. Como es sabido, a la época en que ello se produjo se le llama Neolítico (piedra nueva), se le suelen señalar de diez a doce mil años y, como lugar preferente, al que se denomina "Media Luna Fértil", más o menos, el Levante mediterráneo, Mesopotamia y Persia.
El cambio de tipo de vida, que originariamente solo pretendía sustituir la búsqueda de alimento allí donde había nacido espontáneamente y sustituirlo por "el ingenioso truco de hacer que la comida viniera a nosotros", como dice el periodista Tom Phillips, al final no fue solo un simple cambio de sistema de alimentación sino una transformación completa de organización social, de mentalidad y de pensamiento (¡menudo el del nomadismo por el sedentarismo!). Se habla por ello de revolución neolítica, la revolución de las revoluciones que el ser humano (nuestra especie, el homo sapiens, cromañón, nosotros, nuestros antepasados) ha producido nunca. Al menos hasta ahora.
El busilis de toda esta reflexión está en que cada día siguen apareciendo más datos y pormenores, mucha información sobre las consecuencias morales, religiosas, políticas, económicas… de nuestra forma de entender el mundo, nuestros valores, nuestro comportamiento y, en consecuencia, nuestra naturaleza. El busilis está en que hoy ya se sabe que esta revolución produjo una ruptura terrible con lo que hasta entonces veníamos haciendo y viviendo. ¿Y eso fue una desgracia, un retroceso? Hay quien así lo cree. Cada vez más paleontólogos, historiadores, antropólogos…(Diamond, Harari…)
Como mínima señal valga esta cita del profesor Leonardo García Sanjuán: "Existe ese dicho de que siempre ha habido ricos y pobres, pero es mentira. Antes del Neolítico vivíamos en un mundo en el que éramos todos prácticamente iguales". Esto, y mucho más, sería motivo científico suficiente, después de todo lo que ha cambiado y cómo se ha modificado, para que no abusemos hablando de usos sociales, vida privada, costumbres, estructuras… ingenuamente y sin fundamento de la palabra natural, que en el fondo no es sino una simpleza. Porque la naturaleza es esencialmente transformadora y dinámica.
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