Nueva Operación Roca

Lo primero que quiero decir es que no me he vuelto loco de repente. Sigo pensando que la solución sería que Sánchez perdiese, otra vez, las elecciones con una derrota tan abultada que Vox fuera prescindible. No soy del PP. Reconozco interesante a Juanma Moreno y su modelo, a pesar de las últimas, inexplicables y complicadas fallas en Andalucía, y admiro el tono, la preparación, el empaque y la visión radicalmente demócrata de Cayetana Álvarez de Toledo. Feijóo no me entusiasma, ni Ayuso me parece exportable de manera fácil al resto de país, pero defiendo que, con el destrozo que este presidente genera y la destrucción de la socialdemocracia para mucho tiempo, es vital un cambio de gobierno y, después, si se puede, que cada conejo vuelva a su cama.

Si lo último de Puigdemont de verdad dinamitase por fin la mayoría parlamentaria, en cualquier circunstancia normal, esto debería terminar e ir a elecciones ya. Pero Sánchez no es normal. Se agarraría. Planea en los mentideros una censura, con el encargo de convocar elecciones, con Miquel Roca como candidato.

Roca, un padre de la Constitución, pedigrí demócrata, moderado a fuerza de ley, capaz y valorado, aunque muy mayor, podría ser una solución interina, susceptible de apoyo parlamentario suficiente, sin que nadie pudiera apropiarse de su figura. Enderezar lo muy básico sin presión (presupuestos, fiscalidad, economía real y recentrarnos, sin estupideces woke), elecciones autonómicas sin contaminación y generales desde un marco rebajado en crispación y de manera pronta. Roca, por sí mismo, reduciría de manera inmediata el suflé de los extremismos, lo cual es, valga la redundancia, extremadamente necesario, no tanto por la salud inmediata, que requiere cirugía urgente, sino por la futura, que requerirá reconstrucción sin catetadas.

Es tan improbable que podría ser verdad. Resultaría irónico que los siete a que Sánchez vendió nuestra alma, clavasen las puntillas de su tapa. Al fin y al cabo, un cadáver es sólo carne dada a los gusanos.