Nostalgias imperiales

17 de agosto 2025 - 03:07

El fascinante Lavrov, un beau tenebreux más tenebreux que otra cosa, se presentó en Alaska vestido de abuelo marchoso, con una leyenda en su sudadera, CCCP, que recordaba otra hora del mundo caída con el muro en 1989. Visto desde la situación actual, parece verosímil que la independencia ucraniana, a cambio de abandonar su armamento nuclear, podría haber sido un primer paso para su absorción posterior, ya libre de peligros atómicos. Todo cual se corresponde, sin esfuerzo alguno, con las nostalgias imperiales que han dirigido las acciones de Putin, en emulación de los días grandes de Pedro I y Catalina de Rusia, pero sin el fasto ilustrado de San Petersburgo, cuya factura quería evocar a Venecia –la Venecia acuñada por Canaletto–, y sin la cenefa intelectual y artística de aquel entonces, que iba de Voltaire al iracundo y mediocre Falconet.

Probablemente, es esta misma nostalgia, magnética y funesta, la que ha revalorizado notablemente los cuadros de Canaletto, dado que hoy sabemos que aquella Venecia, o la crepuscular que ideó Ruskin, son piezas de arqueología, manifiestamente irrecuperables. Sin salir de la península, los aficionados a Canaletto pueden admirarlo en el Thyssen y en el estupendo museo Gulbenkian de Lisboa, otra ciudad profundamente dieciochesca, como Petersburgo. Es este movimiento regresivo ante lo inevitable el que parece dirigir, no solo a Putin y Lavrov, sino al propio Donald Trump, en su ruidosa dramaturgia imperialista; un movimiento que quizá sea motivado –la tediosa exhibición de músculo a la que parecen inclinarse– por la presencia del gigante chino y su política exterior, que incluye tanto Iberoamérica (y España) como la cara oculta de la luna.

En este sentido, Ucrania no parece ser sino la mesa donde se dispone el nuevo tablero geopolítico, y en el que la Europa unida/desunida, digámoslo con dolor, no figura sino como valet servant o gentilombre de boca del césar Trump. En cualquier caso, dicho cesarato se halla, necesariamente, más próximo al de Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, que al del grande y ambicioso Adriano, hijo mayor de Itálica.

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