Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Tentetieso
ANDALUCÍA en general y Córdoba en particular necesitan que aparezca algún experto internacional para que nos abra los ojos. Si tiene apellido extranjero, mejor que mejor. Que venga cuanto antes y nos diga lo que es una verdad que todo el mundo comprende menos aquí. El patrimonio industrial es tan importante como cualquier otro y merece de su preservación antes de su irremediable pérdida. Su principal problema es que mayoritariamente se construyó en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, el periodo menos valorado por los arquitectos actuales. El estado de alarmante abandono en que se encuentra hace que el censo de estos edificios disminuya de forma progresiva y, si nos descuidamos, desaparecerán de nuestro paisaje un día de estos. Fundamentalmente son pequeñas centrales eléctricas, harineras o fundiciones que componían un incipiente tejido industrial. Ayer, la Unión Europea y Europa Nostra concedieron un premio a la conservación de uno de los altos hornos de Sagunto y de la antigua central eléctrica de Ponferrada. Aparte del reconocimiento que este prestigioso galardón tiene es, a la vez, un estímulo para señalar con el dedo que el patrimonio industrial no es el último de la fila. Cierto es que las instituciones no están para muchas alegrías, pero la desidia que mostraron hacia estos elementos en tiempos de vacas gordas hace que ahora se tema el riesgo de una desaparición de la que nos lamentaremos el día de mañana.
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