Crónica Personal

A mitad de campaña...

Los expertos en sociología política sostienen que, salvo un acontecimiento que cause una convulsión social o un error impropio de un candidato, las campañas apenas cambian el voto

Un hombre junto a un cartel digital contra el presidente del Gobierno en el metro de la Puerta del Sol, en Madrid.

Un hombre junto a un cartel digital contra el presidente del Gobierno en el metro de la Puerta del Sol, en Madrid. / Alberto Ortega (EP)

EN Moncloa difunden que van a tener mayoría en votos el 28 de mayo, que al menos sacarán medio millón de ventaja al PP. En el PP se apuntan a la prudencia y aunque los tracking que manejan -sondeos diarios- les dan resultados que permitirían gobernar en tres nuevas comunidades, insisten en que Pedro Sánchez es mal adversario y, por tanto, hay que apretar a fondo para alcanzar los objetivos que se han marcado.

A mitad de campaña, Yolanda Díaz es la figura emergente aunque no se presenta, pero su apoyo a los candidatos que presentan partidos que forman parte de Sumar -Más País, Equo y Compromís- , suben a costa de quien ha sido su socio hasta ahora, Podemos. En Podemos no se ve preocupación, sino rabia, porque empiezan a asumir que Yolanda, a la que Pablo Iglesias convirtió primero en ministra y después en vicepresidenta, ha dado la razón una vez más a las voces que alertaban de que en Galicia, donde inició su carrera política, se caracterizó por traicionar a los sucesivos dirigentes de partidos que la iban llevando a las alturas. Esta vez tocaba traicionar a Pablo Iglesias, y quien sabe si el siguiente es Sánchez.

Las campañas electorales, según los expertos en sociología política, apenas cambian el voto, excepto si se produce un acontecimiento que provoca una convulsión social inimaginable, como ocurrió con el atentado del 11-M cuatro días antes de las elecciones que dieron el triunfo a Rodríguez Zapatero; o si un candidato comete un error impropio de un candidato que aspira a la presidencia de un Gobierno. También afirman los expertos en sociología política que en unas elecciones autonómicas y municipales tiene más importancia el candidato que el partido con el que se presenta. Es la razón de que, en tiempos de Casado, distintos candidatos del PP eliminaran las siglas del partido en la cartelería -lo hizo el propio Feijóo y no fue el único-, y ahora ocurre una situación parecida en el PSOE, aunque lo más relevante es que en varias regiones y localidades no se pidió a Moncloa la presencia de Pedro Sánchez, aunque desde Moncloa se programaron algunos mítines donde consideraban que sería inexplicable la ausencia del presidente del Gobierno y secretario general del partido.

No fue una buena idea. Llegó un momento en el que los organizadores de la campaña se vieron obligados a pedir el carné de identidad a los asistentes a los mítines para tratar de evitar los abucheos que se habían dado en varios actos protagonizados por Sánchez. Que este año no va a cerrar campaña en Madrid, sino en Barcelona. Se comprende. Quiere ayudar a Collboni a convertirse en presidente, pero no es seguro que el apoyo del jefe de Gobierno sea en este momento la mejor baza.

El trío con peso en Moncloa

En Madrid, la candidata a la alcaldía, Reyes Maroto, suma decepciones con mítines a los que no acude ni la mitad de la gente prevista. En el PSOE argumentan que es porque, ocupada en responsabilidades de ministra que abarcaban toda España, no era muy conocida en Madrid; los más sinceros alegan sin embargo que está recibiendo castigo por haber sido ministra de Sánchez hasta hace un mes.

En Moncloa, además de los dirigentes del gabinete del presidente, Óscar López y Antonio Hernando, un trío de personajes que siempre se han movido en la trastienda socialista marcan la línea a seguir.

El ex secretario de Estado de Comunicación con Zapatero, Miguel Barroso, hoy hombre clave en Prisa en una operación de Sánchez para controlar aún más el grupo de comunicación más influyente de España; José Miguel Contreras, de trayectoria similar a la de Barroso en el mundo de la comunicación, y al que también ha llevado Moncloa al consejo de Prisa, después de haber sido accionista destacado de el diario.es, medio afín al PSOE de Sánchez. El tercer miembro del grupo con tanto poder en el gabinete presidencial es José Félix Tezanos, director del CIS que permanentemente da como vencedor al PSOE en todas las elecciones desde que dirige ese importante organismo público. En el barómetro publicado justo en la mitad de la campaña de las autonómicas y municipales, ha advertido de que se reduce la distancia entre los dos partidos mayoritarios, que el PP se acerca al PSOE, lo que todo el mundo ha interpretado como un intento de movilizar el voto socialista, que no está cumpliendo las expectativas que se habían marcado Moncloa y Ferraz.

La campaña del 28-M es agria, con su punto álgida en el cara a cara que mantuvieron Sánchez y Feijóo en el Senado el pasado martes. ETA ha irrumpido en el debate público, en detrimento de la imagen del PSOE y Sánchez, que para defenderse han culpado al PP de meter a ETA en campaña cuando ha sido Bildu el que ha provocado el escándalo al incrustar a miembros de ETA en sus listas.

La siguiente estrategia de los sanchistas ha sido poner el acento en que Isabel Díaz Ayuso se distancia de Feijóo respecto a la ilegalización de Bildu. Feijóo no está a favor porque esa ilegalización no es posible con la ley actual, pero Ayuso sin embargo insiste.

Por muchos esfuerzos que haga la izquierda para resaltar las malas relaciones entre el presidente del PP y la presidenta madrileña, las relaciones entre los dos son sólidas y firmes. Feijóo dio manos libres a los responsables regionales del partido para hacer sus listas, con la advertencia de que, a cambio, él tendría papel en la elaboración de las listas al Congreso. Eso sí, una vez pasado el 28-M, pedirá cuenta a los dirigentes regionales de los resultados obtenidos.

Anuncio de alto riesgo

Feijóo tiene datos que recogen que Ayuso va a tener un gran resultado en Madrid, es probable incluso que alcance la mayoría absoluta. En algunas cuestiones defiende posiciones muy parecidas o idénticas a las de Vox, pero eso significa no sólo que tengan diferencias ideológicas, que Feijóo respeta, sino que puede conseguir en ese caladero los votos que necesita para lograr la mayoría absoluta. ¿Ha llegado a un pacto con Feijóo en ese sentido? No, pero uno y otro se conocen muy bien y, sin necesidad de acordar estrategias, saben qué busca cada uno.

Podría decirse lo mismo respecto a Juanma Moreno: su relación con Feijóo es excepcional, y el presidente nacional ha respaldado sin fisuras las decisiones que ha tomado el presidente regional respecto a Doñana, un asunto muy polémico en el que el PSOE ha creído encontrar motivo para arremeter contra Moreno. No contaba con que el PP empezó a buscar qué tipo de decisiones tomaron miembros del anterior Gobierno andaluz respecto a Doñana y las zonas de regadío del norte del parque natural.

Mitad de campaña. Ciudadanos no despega, algunos sondeos recogen incluso que no tendría concejales en Madrid a pesar de la buena imagen de Begoña Villacís; en Cataluña se han producido importantes fugas del partido, con intentos de acercarse hacia el PP.

Feijóo ha marcado estrategia propia. Lo primero, eludir cualquier declaración sobre Vox y si formará o no Gobierno con el partido de Abascal. No dirá nada hasta conocer los resultados, pero transmite su intención de buscar apoyos en partidos regionales. Mantiene una excelente relación personal con Urkullu, y aunque el que manda en el PNV es Ortúzar, no es ningún secreto que en la dirección de ese partido están indignados con Sánchez por el apoyo que da a Bildu, que busca convertir a Otegi en lehendakari. Así que no es descartable que el PNV pueda llegar a algún tipo de acuerdo con Feijóo tras las generales. Todo dependerá de cómo actúe Sánchez respecto a Bildu en el futuro.

En plena campaña, Feijóo ha hecho un anuncio muy significativo; su decisión de que dejará gobernar a la lista más votada. Nadie en el PSOE ha recogido el guante, pero el mensaje seguro que ha llegado a Vox: hoy, a una semana de las generales, Feijóo no intentaría llegar a acuerdos de Gobierno con Vox para arrebatárselo al partido mayoritario. Si cumple lo que dice, eso significa que dejaría gobernar a Page si el PP no consigue más escaños que el PSOE en Castilla-La Mancha. O dejaría ser alcalde a quien gane a Martínez Almeida en el Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo.

Un anuncio a navegantes. Y, al mismo tiempo, anuncio de alto riesgo.

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