La mente, un todo

17 de octubre 2025 - 03:07

Durante siglos creímos que la mente, el cuerpo y las emociones eran mundos separados. Hoy entendemos que forman una sola trama: el todo que somos.

¿Y si la verdadera revolución no fuera tecnológica, sino interior? Nos enseñaron a dividir: el cuerpo por un lado, la mente por otro, y las emociones relegadas a un rincón menor, casi incómodo. Pensar y sentir parecían verbos opuestos, como si la razón y la emoción no pudieran habitar el mismo espacio. Sin embargo, el tiempo, la ciencia y la experiencia han demostrado que todo está conectado, que somos seres sentipensantes, capaces de sentir y razonar a la vez.

Hubo una época en que la salud mental era un tabú. Quien sufría era apartado, etiquetado o silenciado. Las antiguas terapias –crueles– intentaban “reparar” lo que no comprendían. Hasta que Freud se atrevió a escuchar lo invisible, y tras él, Jung, Lacan, Klein y tantos otros abrieron un nuevo camino: el diálogo entre mente, cuerpo y palabra. Ese fue el primer paso hacia la reconciliación con uno mismo.

Hoy ya no nos avergüenza decir que vamos al psicólogo o al psiquiatra. Lo hacemos con naturalidad, incluso con orgullo, porque entendemos que cuidar la mente es cuidar la vida. Y hacerlo no nos vuelve frágiles: nos hace conscientes. Tal vez la verdadera fortaleza consista en reconocer cuándo necesitamos sostén.

La neurociencia y la psicología actuales confirman lo que la intuición siempre supo: no hay pensamiento sin emoción, ni emoción sin cuerpo. Cuando una parte se altera, las demás resuenan. Somos una red, un sistema vivo, una orquesta en la que cada nota importa. Por eso, cuidar la mente implica cuidar el cuerpo, la alimentación, el descanso, los vínculos y el silencio.

La mente no es solo el lugar donde pensamos: es donde sentimos, recordamos, imaginamos y nos comprendemos. Es el hilo que une lo que somos con lo que mostramos. Asumirlo es un signo de madurez emocional. La salud mental es el cimiento de la existencia. Y pedir ayuda no es rendirse, sino un acto lúcido de amor propio.

Hoy hemos pasado del miedo al respeto, del estigma al entendimiento. Ya no vemos la mente como un misterio peligroso, sino como un territorio que nos revela. Cuidar la mente no es un gesto individual, sino un compromiso con la vida. Y tal vez sea ahí, en esa conciencia, donde empiece la verdadera evolución humana.

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