El maquillaje

Paisaje urbano

Sombra aquí, sombra allá, maquíllate, maquíllate”, cantaba Mecano a principios de los ochenta. La otra mañana apareció el presidente Sánchez con la cara maquillada ante la prensa, pero el suyo tenía más que ver con el grunge que con el pop. Pensándolo bien, ese toque ridículo funciona como la mejor metáfora de esta legislatura fallida desde el principio, y en la que cada día nos aguarda un hecho más bochornoso. Ya lo anunció, y no se le cayó el maquillaje, ni la cara, de vergüenza. No convoca las elecciones porque sabe que, de hacerlo, gobernaría la malvada derecha, y piensa agotar la legislatura así le cubra la cabeza el fango.

En realidad, el maquillaje de político serio y persona honesta se le cayó nada más empezar, cuando en un debate a dos con Mariano Rajoy lo llamó en la cara “indecente”, puñalada trapera jamás vista. Ya de presidente, con el peor registro de un candidato socialista desde la Transición y acusado nada menos que de plagiar una tesis doctoral, hizo leña del árbol caído con Pablo Casado en la contestación a su despedida como diputado, en posiblemente la intervención más mezquina que se recuerda. Pese a que en el plano económico la gestión, en tiempos de muchas dificultades, no ha sido ni mucho menos mala, lo cierto es que nunca en todo este tiempo ha conseguido fortalecer la marca PSOE en el territorio, lo cual lo reduce a ejercer un papel de gobernador (“capitán del barco”, en sus propias palabras) de una suerte de minoría de progreso obligada a pactar con radicales e independentistas, con el único objetivo de mantenerse en el poder azuzando descaradamente la polarización como mejor arma de defensa.

Cercado por la corrupción a todos los niveles, tanto personal como institucional, Pedro Sánchez es ya un personaje amortizado, un (maquillado) cadáver político poco exquisito sobre el que nadie con un mínimo sentido pondría su mano, y solo queda por determinar el término. Él mismo, con su reto al Partido Popular a que presente la moción de censura, ha dado la pista justo para lo que no hay que hacer. Y quizás sea desde Andalucía donde proceda el toque a rebato con la convocatoria de unas elecciones autonómicas que no deberían demorarse demasiado, y que muchos esperan como el principio del fin de un mandato que, por tantas razones, se nos está haciendo interminable.

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