
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Sánchez delira en el búnker
Crónicas levantiscas
Mi vecino de página de los miércoles, Rafael Sánchez Saus, ha subrayado con notable acierto los azarosos paralelismos históricos entre España y Portugal, donde el tablero político acaba de mutar desde el bipartidismo nacido de la Revolución de los Claveles a una clara mayoría parlamentaria de derechas, liderada aún por los conservadores clásicos del país vecino, pero seguidos muy de cerca por Chega (Basta). Los hermanos de Vox han estado a punto de adelantar al Partido Socialista, no les separa ni un punto. Como en abril de 1974 –final de la dictadura salazarista– y como en 2015 –Gobierno de la jerigonza (nuestro Frankenstein)–, la política portuguesa parece anticipar los grandes movimientos tectónicos de la española, son los caprichos de la historia, aunque lo sucedido en el país vecino deja unas cuantas lecciones.
Primera. De la Revolución de los Claveles, como de la muerte de Franco, han transcurrido cincuenta años y, a efectos electorales, tan notables hechos han dejado de tener consecuencias. Portugal viene de celebrar el Grandola, Vila Morena, y el partido ultra de André Ventura, contrario al “régimen del 74”, acaba de darle un revolcón al partido de Mario Soares. En España sólo los jubilados saben qué fue el franquismo, mientras que los electores más jóvenes se dividen entre quienes lo rechazan y quienes sienten una curiosidad morbosa por el régimen. A efectos electorales esto ya no cuenta.
Segunda. El sur de Portugal, antes comunista y socialista, es el que ha elevado a Chega. Vox es especialmente fuerte en Andalucía, aunque las causas son bien distintas. El PSOE también se está desangrando por abajo. El sur portugués se siente olvidado, el deterioro de los servicios públicos afecta de modo especial al electorado de izquierdas porque es el que más lo necesita. Felipe González mantuvo en El Hormiguero del miércoles que tan cierto como que España está creando riqueza lo es que ésta no se redistribuye, el ascensor social se quedó parado en la cuarta planta.
Tercera. El error de los Gobiernos de izquierdas de alentar a los ultras para morder a los partidos conservadores clásicos es un error. Mitterrand lo hizo con el primero de los Le Pen, y miren dónde está hoy el Partido Socialista francés y dónde su hija.
Y cuarta. Luís Montenegro, líder de la coalición conservadora, sí ha mantenido hasta el momento el cordón sanitario respecto a Chega. Como en Rumanía, Polonia y Francia, han sido los partidos populares los que han frenado a los partidos disruptores. Con convicción liberal. Menos mal.
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