Los no lugares

Marc Augé consideró estos “no lugares” símbolos distintivos de la nueva y apabullante uniformidad imperante

Los antropólogos franceses para ser reconocidos académicamente necesitaban justificar su valía con una serie de años de permanencia en tribus, más o menos, primitivas. Investigaciones y libros eran indispensables, pero sin un previo trabajo de campo, en lejana geografía, no se podía ser antropólogo. Y respetuosa al máximo con esta norma, Francia ha producido una buena serie de nombres, desde Marcel Mauss hasta Levi-Strauss, que han descubierto y difundido para los lectores occidentales comportamientos de civilizaciones hasta entonces poco o nada estudiadas. Todo un logro, ya que gracias a esta bibliografía especializada ha resultado posible recorrer culturas que vivían al margen de los llamados países civilizados.

Pero un día, allá por 1992, uno de estos antropólogos, Marc Augé, tras haber realizado todos los ritos de paso exigidos, decidió, con los métodos empleados en sus trabajos de campo, enfocar un fenómeno característicamente moderno, que no estaba localizado en un solo lugar, sino que por su función reinaba por todas partes del globo. Marc Augé tuvo el acierto de llamar a estos sitios los “no lugares”. Porque, en efecto, cualquiera que fuese su asentamiento, siempre desempeñaban idéntico papel, los configuraban las mismas formas arquitectónicas y los usuarios realizaban el mismo cometido en unas instalaciones, dedicadas, en exclusiva, al tránsito. Pero, además, el buen olfato y capacidad interpretativa de Marc Augé le llevó a considerar estos “no lugares” símbolos distintivos de la nueva y apabullante uniformidad imperante por doquier.

El éxito de su trabajo, y del consecuente libro (hay traducción española en Gedisa), fue inmediato y se ha impuesto como fórmula canónica para designar críticamente esos espacios formados por aeropuertos, grandes hoteles, centros comerciales, que imponen una perspectiva homogénea y repetitiva en cualquier ciudad. Como contrapunto de ese espacio, en otro libro, convertido también en célebre hallazgo antropológico, Marc Augé eligió un bistró francés (hay traducción en Gallo Nero) como objeto nostálgico de sus análisis. Dos espacios tan presentes en la vida cotidiana se han visto así transformados en medios privilegiados para explicar dos formas de convivencia existente: una modesta y entrañable (el tabernario bistró) y otra deshumanizada y grandilocuente (los no lugares). El 24 de julio pasado murió Marc Augé, tras haber creado dos referencias básicas para comprender esta época. Para comprobarlo, basta con leer sus libros.

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