Tinta y borrones

Hasta luego

Aumente nos daba dignidad a los medios, mientras que otros solo parecían querer humillar

Mucho se ha escrito estos días del hasta luego que ha dicho a la política uno de los concejales más queridos en el Ayuntamiento. El socialista Emilio Aumente ha conseguido la unanimidad, algo tan difícil tantas veces, de ser valorado por su vocación de servicio público y por haber mirado siempre más allá en una política tan dada al cortoplacismo. Está claro que no soy objetiva. Por si alguna quiere criticar por redes sociales ya aclaro que esto está escrito desde la más absoluta subjetividad que me permite tener una columna de opinión y escribir lo que me venga en gana.

Pero a lo que iba. Que esto no es objetivo, porque para mí Emilio Aumente ha sido una de las personas que más me ha enseñado de política y también de la vida. Una de las cosas que me llevo, por ejemplo, es su sentido de dar perspectiva a las cosas, algo que igual también he ganado con los años, además de por sus enseñanzas. Que aquí no se acaba el mundo y que todo no es blanco ni negro.

También he aprendido que a cada uno le llega su momento y que no te puedes culpar cuando lo has hecho lo mejor que has podido. Que a veces somos nuestros peores enemigos pero que lo mejor es rendirte cuentas a ti mismo. Solo así después se consigue lo que él ha conseguido, el reconocimiento tanto desde sus filas como desde la de los adversarios políticos.

Todo no ha sido bonito, la verdad. A veces se enfadaba con alguna de mis preguntas, pero al menos él siempre nos dejaba preguntar. Verán, pocos políticos parece que quedan ya que reconozcan la labor de los medios de comunicación y Aumente cada vez que comparecía ante los medios nos daba dignidad, mientras que otros solo parecían querer humillar.

De su elegancia y de su clase mucho se ha hablado, yo no puedo aportar más. Pero me quedo, ya les digo, con lo personal. Con su ejemplo de trabajo y amor por su ciudad cuando podría haberse pegado la vida de viaje en viaje, algo que seguro ahora hará con su adorada mujer. Con eso también me quedo, con esa devoción hacia ella y también a su hijo, al que seguro también le hubiera gustado visitar más.

Emilio se hizo el fuerte en las semanas previas a su despedida, presumiendo de que pasaba a mejor vida. Pero pasó lo que muchos sabíamos, que al final no pudo evitar la emoción porque es lo que les pasa a las buenas personas.

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