Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
El tiempo es eso que pasa y que, entre otras cosas, cambia el aspecto de las Fuerzas de Seguridad del Estado. El sargento Arensivia, un protagonista en los ochenta de El Jueves –“La revista que sale los viernes”–, era un mastodonte con vientre cervecero de las míticas Historias de la puta mili. El ejército, en menor medida, también estaba bastante poblado de suboficiales, oficiales y hasta generalísimos de corte pícnico: barriguita de representación y brazos de oficinista, como sucedía en el cuerpo de Policía Nacional, vestidos de un marrón inexplicable. Hoy, tanto la soldada como la escala militar están repleta de atletas, y los policías nacionales les discuten a los bomberos el título armado de tíos buenos –y tías–.
Igual pasa con los antes llamados “municipales”, que en democracia comenzaron a llevar coletas y tatuajes o piercings, con inexplicable permisividad. Tienen los policías locales sueldos más que decentes, y su poder de negociación con los regidores de los ayuntamientos es notable. Su nómina fija y variable y la presión sobre los mandos, para sí las querrían guardias civiles o tropas de la UME. Se da en esto una dicotomía que no deja de ser un trasunto de la llamada España vaciada y mortificada por internet y el tren. Hay pueblos donde no hay ningún policía por las noches, mientras que hay capitales que no paran de generar necesidad de agentes, por la entrega de sus arcas al dios turismo, al evento masivo procesional, fiestero puro o de carrera popular; también, al incremento y diversificación de la criminalidad y el vandalismo beodo.
Está por hacer una auditoría sobre el saldo entre ingresos y gastos de las arcas municipales en este nuevo contexto: cuidado con la quiebra. Las navidades también son un estrés operativo y financiero brutal para esas urbes tocadas por el efecto Ryanair y el vicio de que el ritmo no pare, ¡no! Ante de los días señaladitos, plantan envidos laborales quienes pueden permitirse echar narices a unos munícipes adictos a la caterva y el jopeo en masa. Sindicalizadas y seguras (usted también pudo hacerse madero, bombero, barrendero mecanizado o chófer urbano) han movido a que los consistorios entreguen servicios públicos a concesionarias, no siempre de Florentino: una casta inferior. Con la Policía Local, ¿llegará a suceder esto?
También te puede interesar
Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
Tribuna
Juan Luis Selma
He estado en Belén
La Gloria de San Agustín
Rafalete ·
Organización ante todo
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Moreno no sabe contar