CUANDO Roberto Santiago, un director de cine emergente, decidió llevar a las pantallas en 2005 una comedia titulada El penalti más largo del mundo, no podía imaginar que la realidad superara a la ficción. Su obra giraba en torno a la decisión del Comité de Competición de hacer repetir un penalti por una invasión de aficionados al terreno de juego que impidió finalizar el partido con el lanzamiento de esa pena máxima. El organismo decidió que el penalti debía lanzarse el siguiente domingo, en la misma portería, con los mismos jugadores y con el campo cerrado al público. Y así fue. Entonces, Fernando Tejero, cordobés, se disfrazó de héroe y detuvo el lanzamiento con su cara para hacer campeón a su equipo. El fútbol hacía justicia. Lo mismo que ahora lo está haciendo con todo el lío que desde Cádiz llevan machacando desde que el fallo de Abraham Paz en el Rico Pérez condenó al megaproyecto amarillo al pozo de la Segunda B. Aquello ocurrió el 15 de junio. Cinco semanas más tarde, todavía siguen pataleando en la tacita de plata. Apelación tampoco les dio la razón ayer. Como debe de ser. Simplemente, porque no la tienen. Ahora quieren paralizar la competición, algo que ellos mismos saben que es misión imposible. Quizás lo mejor sería que echaran la vista atrás y miraran el porqué de todo esto. Quizás los aires de grandeza de un club humilde que quiso crecer por encima de sus posibilidades tienen la culpa. Eso y los baldasanos, delbosques y garcíaremones que huyeron a las primeras de cambio y dejaron en la estacada a un equipo y una afición que no se merecen estar dónde la han llevado. Ahora sólo les queda salir de ahí.